Hay un
libro del siglo XV que no se puede leer. Está escrito en un idioma que no existe,
y nadie sabe entenderlo ni decodificar.
Esto,
que puede ser una idea brillante para escribir una novela, es real y se llama el
Manuscrito Voynich. Bueno, a Daniel Guebel no le importó que fuese
real. Se quedó con la idea y escribió de todas maneras un libro.
Mezcla
de parodia de En nombre de la Rosa,
aquella genial historia de Umberto Eco
sobre los libros prohibidos de la Edad Media y los delirios de autores tipo Wilcock, Copi o algún Soriano;
este libro de Guebel logra entretener y meternos en la búsqueda de sentido de
aquello que parece estar empecinado en no tenerlo. Lo interesante es que la
falta de sentido deviene de la realidad. El manuscrito existe de verdad y el
listado de personajes que a lo largo de los siglos intentó decodificarlo
también forma parte de la historia. Daniel Guebel lo que hace es cargar de un
nuevo sentido a todos estos personajes y a otros que él inventa. Sentido y
ambiciones, y culpas, y envidias, tormentos y tantas otras cosas. El límite
entre la ficción y la realidad es sinuoso desde un comienzo y uno se deja
llevar en esta reescritura de una historia que ya lleva más de cinco siglos.
Desde
la reina Reina Isabel I de
Inglaterra hasta Rodolfo II de
Bohemia, pasando por Roger Bacon y
un sinfín de estudiosos, astrólogos, alquimistas, magos, chantas y embaucadores
(convengamos que en esa época todos estos epítetos podían caberle a una misma
persona), el manuscrito recorrió buena parte de Europa y nadie pudo saber qué
decía. Ni se podían reconocer las mayoría de las plantas que había en su
interior. Teorías hubo muchas pero ninguna certeza. Hubo quienes decían que era
justamente un simple juego: que no estaba escrito en ningún lenguaje, que los
dibujos no hacían referencia a nada conocido y que sólo fue hecho para que la
gente pierda el tiempo tratando de entender algo que no tenía pies ni cabeza.
La teoría infaltable de los extraterrestres también formó parte de esta locura.
Un verdadero misterio que sigue hasta nuestros días.
Mis
experiencias anteriores con los libros de Daniel Guebel fueron muy buenas. Hace
mucho leí Arnulfo y los infortunios de un
príncipe y, sabiendo que era su primera novela, me pareció muy llevadera.
Pero lo que me causó impresión fue que alguien por fin tome en solfa a la
figura de Juan Domingo Perón como lo hace en La vida por Perón (la
comparación con Copi vuelve a tener sentido ya que él fue quien se animó con
Evita, y en tiempos mucho más difíciles). Ese libro me hizo reír mucho y pensar
en los momentos delirantes que tuvo nuestra historia reciente. Supo pintar muy
bien ese momento clave que derivó en tragedia.
El caso
Voynich creo que no llega a tanto pero es un delirio bien escrito, verosímil y
muy creativo. Al fin y al cabo, no importa qué parte es verdad o qué parte es
invento. Es una buena historia que Daniel Guebel pensó que se podía escribir y
reescribir. Y no se equivocó.
El caso
Voynich
Daniel
Guebel (1956)
Eterna
Cadencia
No hay comentarios:
Publicar un comentario