El protagonista es un cineasta, un tanto lumpen, que supo
hacer todo tipo de géneros: documentales, históricas, de acción, etc. Aunque lo
que más le gusta es hacer adaptaciones de escritores de renombre y sufre el
mismo problema que casi todos los
cineastas del mundo: la falta de fondos para poder hacer su trabajo. Como la
gran mayoría también, a veces esa búsqueda de dinero se transforma en su
obsesión. La profesión del protagonista le permite a Fonseca bucear por el
mundo del cine y de la literatura. Por eso menciona a los clásicos del inicio
del cine mudo, las técnicas que fueron sumando libertad a la hora de narrar una
historia y un sinfín de escritores ideales que pueden ser adaptados para la
pantalla grande: Sófocles, Shakespeare, Artaud, Dostoievski, Maupassant, Conrad o
Isaak Bábel, un ruso judío que cayó
en desgracia durante el régimen comunista, asesinado por la purga de Stalin,
cuya última obra se pensaba que había sido destruida. O eso era lo que todos creían. A
partir de este detalle, la trama se dispara hacia otro lado.
Todo esto sumado a las grandes capacidades amatorias del
cineasta, así definido por él mismo, sin ánimo de petulancia y dando muestras
de ello a lo largo de las páginas y las relaciones amorosas que desfilan
mientras escapa de traficantes de diamantes o de la policía soviética en
tiempos de la Perestroika. También
podemos agregar que escapa de ellos porque los traiciona y les roba. Acá no hay
equivocaciones o malos entendidos, nuestro cineasta no es honesto y lo sabe.
Pero hace lo que puede.
Gran libro. Y eso que no es de los mejores o más premiados
del autor, muy prolífico por cierto. La lista de los mejores parece que empieza
con El caso Morel, y sigue con tantos
otros más como El gran arte, Buffo y Spallanzani o Agosto. Es fenomenal que se reediten
autores brasileños de esta talla a nuestro idioma. Eso nos muestra que hay mucho más
por conocer; y nosotros, agradecidos.
Vastas emociones y pensamientos imperfectos
Rubem Fonseca (1925)
Tajamar Editores
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