Los textos de Roberto Bolaño están plagados de escritores. Sus personajes de ficción, él mismo en su primera persona y un sinfín de autores reales atraviesan su extensa producción. Muchas veces escribe sobre los grandes nombres de la literatura latinoamericana y mundial, ya sea desde los estilístico, ya sea para comparar algún personaje de sus propios libros con los autores reales o para contar alguna anécdota, real o inventada, que utiliza para sus propios fines: o bien ayudar a la historia que está contando o bien dejar su parecer sobre algún que otro autor. A veces con reverencia, otras con mordacidad.
En Estrella distante
hace lo mismo una y otra vez. Cuenta la historia de un poeta de los setenta, que
escribía sus versos en el cielo desde un avión y era parte de la inteligencia
pinochetista. Un infiltrado, un asesino. Y de la peor calaña. Carlos Wieder
(tal el nombre del poeta) se encargó de matar, hacer desaparecer y silenciar a una
generación, pero también fue considerado un artista por mucha gente
culta. Tanto es así, que con el correr de los años se oficializa su nombre y
llega a formar parte de alguna que otra antología. Pero sus acciones de arte
también incomodan a los propios militares y se tiene que ir de Chile. Él también
desaparece. Y a partir de ese momento, comienza lo detectivesco; otro gran
género que maneja tan bien Bolaño.
El libro es corto, explosivo, desordenado. Como retazos de
recuerdos que van surgiendo desde la época de Allende hasta mediados de los noventa.
Una poesía del horror y una gran excusa para definir a tantos poetas chilenos: ¡qué
gran cantidad de talento poético que hay y hubo en Chile! Acá surgen más
nombres para tener en cuenta en futuras lecturas. Pero también nos recuerda
cómo fueron esos años de plomo, de nueva democracia, de largo exilio. Y la
memoria, que juega de manera tan distinta de acuerdo a las personas.
Una vez más, Bolaño nos somete a un texto con distintas
lecturas, a protagonistas de la ficción que hacen referencia a personalidades
reales (la referencia a Raúl Zurita
es casi obvia, ¿quién otro escribía en el cielo?), pero según los estudiosos
hay varios otros personajes del libro que señalan a otros autores de la poesía
chilena. Lo bueno, es que no hace falta ser un erudito de literatura para
entender lo que Bolaño nos propone. Porque acá se manejan sensaciones y
conceptos tan universales como el miedo, el asco, la muerte, la culpa.
Hacia el final, cuando se pone detectivesco, antes de que el
autor/relator se transforme en un entregador –tal como siempre fue Wieder-
dice: “Esta es mi última transmisión
desde el planeta de los monstruos. No me sumergiré más en el mar de mierda de
la literatura. En adelante escribiré mis poemas con humildad y trabajaré para
no morirme de hambre y no intentaré publicar”. Mas allá del ilógico
parecido con Osvaldo Lamborghini, Bolaño cierra el libro relatando lo que
significa ser un traidor, un entregador. Borrando las barreras de lo bueno y lo
malo. Porque lo que uno hace o escribe, una vez hecho, ya no se puede cambiar. Y
hay que aprender a vivir con eso. Por siempre.
Estrella
distante
Roberto Bolaño (1953-2003)
Anagrama
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