Respeto mucho a los emprendedores. Hasta puedo decir que hay
algo de admiración y envidia sana (si es que existiese) ante el coraje y la
manera de encarar nuevos desafíos que tienen algunas personas.
Los que editan sus propios libros son emprendedores de sus
obras. Y el que me llegó gracias a un amigo es uno de ellos. Federico Pérez Wrubel
quiso escribir un libro y lo hizo. Y como también quería que otros lo leyeran,
lo edito él mismo. Aquel viejo dilema de no saber si escritor es aquel que
escribe o el que es leído, parece ser de otra época. Hoy en día si tu vocación
y convicción son fuertes, es posible lograrlo. No hace falta que los editores
gusten de tu trabajo, no hay que golpear puertas y ofrecerse. Esa ya no es la
única manera de publicar. Ahora, si esto está bien o está mal, ya es otra
discusión.
Las reflexiones que nos propone FPW son breves, casi
efímeras. Se nota una voz joven, de esta época, que busca las palabras que
elije y que a veces se atolondra un poco al desarrollarlas. Pero casi como una impronta.
Las ideas son buenas, sacadas de lo cotidiano. A veces con un vuelo que
pertenece a lo mágico y otras con melancolía de ciudad.
Es un primer libro, un lanzamiento. Se nota una búsqueda de
estilo y la necesidad de reconocerse y que los demás lo reconozcan a FPW como
escritor. Aunque el libro tenga algunos altibajos y no todos los cuentos logren
el efecto deseado, como relator de pequeños momentos, Pérez Wrubel tiene
herramientas para lograrlo.
El esfuerzo valió la pena, el libro ya está en la calle.
Ahora hay que descubrir si este libro puede llegar a ser el inicio de algo más
importante.
Y eso depende solamente del autor.
Reflexiones de mortales e inmortales
Federico Pérez Wrubel (1991)
Lo que vendrá libros
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