Michael Cunningham
escribe muy bien, y lo sabe. Con una idea simple (aparentemente simple) se
florea con su prosa y nos relata una historia que en realidad está rodeada de
temas complejos, como la vida misma: el amor, las frustraciones, la pasión, la
belleza y un montón más. A cada paso hay preguntas que se hacen los personajes
(¿o es el propio autor?), esas que uno se hace antes de responder para no meter
la pata. Esas que nos acompañan desde siempre, que muchas veces ni tienen
respuesta (o no las necesitan). Preguntas retóricas que le dicen.
La trama se asemeja un poco a Teorema, aquella película de Pasolini (que
también es un pequeño libro que estuvo en mi casa y ahora atesoro): un joven
hermoso, desestructurado, carismático y fundamentalmente libre llega a la casa
de una familia para demostrar que todo lo que se creía fiable y estable no es
más que una construcción endeble. Acá es una pareja madura (de cuarenta y
pico), muy culta, de buen pasar que vive en New York y creen que todo lo que
tienen (y construyeron con el tiempo) es para siempre hasta que llega el
hermanito de ella: adicto, manipulador y dueño de una gran belleza. Todo se va
desarrollando de manera muy fluida, atrapante. Y cuando creemos que va camino a
lo predecible, en las últimas páginas todo cambia; todo se torna inesperado. Y
la última frase es de lo mejor, porque lo transforma en un final con tinte
redentor. Los personajes, los pensamientos y las sensaciones son muy bien
manejadas por Cunningham, que se toma todo el tiempo para llegar hasta donde él
quiere.
Estamos frente a un autor consagrado. Ganó varios premios,
con Pullitzer incluido y se hizo una película con su hit: Las horas, aquella con Nicole Kidman; Julianne Moore
y Maryl Streep. Americano, gay,
estudioso, detallista y buen tiempista. Cada una de estas cosas suma a la hora
de sentarse a leer a Cunningham y dejarse llevar por senderos que sólo él
conoce y que siempre llegan a buen puerto.
Si lo ven en la librería, adelante. Y si algún amigo lo
tiene, pídanselo.
Cuando cae la noche
Michael Cunningham (1952)
Lumen
Lumen
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