06 marzo 2015

El pintor de batallas. El oficio de Arturo Pérez-Reverte


Hace unos meses leí una entrevista a Arturo Pérez-Reverte donde relataba el minucioso trabajo de investigación que había hecho para El tango de la guardia vieja, libro que presentó por esos días al mundo. Me sorprendió el método: mandó a su hija a pasear por distintos barrios y lugares característicos de Buenos Aires para que el padre luego los recree en sus páginas al ritmo del 2x4. Es ella también quien colabora en la documentación y aporta todo tipo de detalles que luego Pérez-Reverte deja caer sutilmente en su narración. Me toco vivir también en España el furor de Alatriste y sus aventuras cuando se batían records de taquillas con las películas de Viggo Mortensen, a la par que la saga parecía no terminar jamás. No hay dudas de que el autor supo encontrar un estilo particular y que la gente acompaña de muy buena gana. Pérez-Reverte es un éxito, un boom asegurado.

El pintor de batallas está repleto de detalles. Un fotógrafo de guerra que luego de 20 años de retratar uno de los peores costados del hombre como especie deja todo para pintar el interior de un faro, un gran mural donde intenta describir las guerras de la historia y la historia de sus propias batallas. La narración se desarrolla en el Cabo de Gatas, Almería. Nuevamente la historia se cruza con la mía, ya que supe pasear por esas playas encantadoras del Mediterráneo varias veces.

Todas las guerras del fin de siglo XX pasaron por su lente, toda la muerte y el dolor. Y su propia miseria se asoma con la muerte de su mujer, también fotógrafa, al pisar una mina en la antigua Yugoslavia. Y es en esa guerra que saca una foto entre tantas pero que allí, en el Cabo de Gatas, le va a cambiar la existencia. La ley de la vida y el azar que regula el minuto a minuto de nuestros días es el tema que subyace a lo largo del libro. El efecto mariposa.

Lo minucioso y la investigación es parte del contenido: armas de todo tipo; una enorme paleta con colores como carmín, cadmio o siena; detalles de fotografía como velocidad de obturación, tiempo de exposición, fotogramas por segundos, diafragma. Y un sinfín de obras de arte que hacen referencia a las guerras, las batallas, la muerte y el sufrimiento.

Un fresco que deja traslucir también la idea de que muchas atrocidades se hacen para la cámara y la otra, más tremenda y polémica aunque antigua también: ¿no puede hacer algo el fotógrafo ante tanta desgracia? ¿Qué es más importante: una buena foto o salvar una vida? Pero acá es donde Pérez-Reverte es más débil: en la profundidad. Es muy bueno para relatar aventuras y describir con detalles pero las palabras con peso le son difíciles de encontrar, las frases contundentes no están  logradas. En fin: El pintor de batallas me pareció un libro muy ameno, pero escrito con más técnica y oficio que arte.

El pintor de batallas
Arturo Pérez-Reverte (1951)
Alfaguara

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