Leónidas Lamborghini es la búsqueda de las palabras. Exacto, preciso. A veces breve. Nunca le sobra nada. Pero cuando uno lo lee, se sorprende. Irremediablemente, con admiración.
El libro está dividido en tres partes. La primera se llama Cancionero del pillo y es cotidiano. Con algunos nombres propios.
Me tienta repetir, que es lo más fácil.
Lewis Carroll: “Ver el horror / en lo cómico / y lo cómico / en el horror. / Ese es el juego.”
Rembrandt: “El joven es / ya el viejo loco / que paz simula / en el maduro.” Cuando habla de los tres famosos autorretratos del pintor.
Lo social: “En negras bolsas / gente famélica / examinaba los desperdicios. / Manos glotonas / Ese escrutinio / los convocaba: / una salchicha / -hez descompuesta- / fue la elegida”.
Pero me puedo pasar escribiendo el libro entero y no logro mi cometido.
La segunda parte es más sucinta. Quarks se llama. Se limita a recitar sólo un par de palabras por línea, con imágenes más eróticas. Y la repetición que goza con su juego preferido. A veces, hasta se permite ser un poco burdo. ¿Es necesario decir que es genial?
La última parte, Liras del hondón, ya es desparpajo: Quevedo descripto frente al espejo como un bolas tristes, el Minotauro se recuerda animal en un café porteño, Dante, las cucarachas, el Orlando de Woolf y una enana que se escapó del amor. El final, es puro goce.
Lamborghini escribió este libro a punto de cumplir 80 años. A tres de morirse. Las últimas frases de esta obra son: “Pretenciones a un lado (sí, con “c”) / sólo esbozos que tendían a extinguirse; / intentos destinados / a la Nada: antes de irse, / asoma mudo sin dejar de reírse.”
Uso tanto sus palabras porque siento que las mías van a ser siempre desatinadas. No me pasa con muchos autores, pero el respeto y más la admiración me están jugando una mala pasada.
Encontrados en la basura
Leónidas Lamborghini (1927-2009)
Paradiso
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