Qué bueno volver a leer a Walter Benjamin. Desde la universidad
que no tenía el placer de leerlo, y eso fue hace muchos años, más de veinte. Y
lo bueno fue que volví a sentir esa experiencia de mis épocas de estudio: la
inteligencia del planteo, la sencillez del análisis, lo detallado de su
investigación y, quizás por sobre todas las cosas, la capacidad de sorprenderme
que tienen sus textos. Y si a esto le agregamos al autor que analiza, todo se
potencia. Benjamin y Baudelaire, Baudelaire y Benjamin.
Walter Benjamin tenía la idea de hacer un
libro sobre Charles Baudelaire, pero
la muerte lo encontró antes. Mientras huía del nazismo sólo pudo escribir un
par de capítulos entre 1938 y 1939. Los compiladores del libro tuvieron el buen
tino de juntar todo lo que escribió sobre el autor de Las flores del mal y el acierto de titularlo: El Paris de
Baudelaire. Porque Paris, no cabe duda, era la capital del mundo en el siglo
XIX. Y Benjamin hace un recorrida tan minucioso por esa época, nos pasea por la
cultura de esos años con estandartes de la talla de Balzac, Edgar Allan Poe,
Victor Hugo o Marcel Proust y nos presenta a tantos otros que nos obliga a bucear
por Internet para poder seguirlo. Lo mismo pasa con la pintura. Baudelaire era
un conocedor y un crítico del arte de sus años y Benjamin, hace gala también de
un gran conocimiento de los pintores de esa
época.
Otro punto que potencia el texto es el
análisis bañado de dos teorías pilares del Siglo XX: el marxismo y el psicoanálisis
de Freud . Y es que es el momento ideal, el verdadero nacimiento de la
modernidad y de una nueva normativa política, económica y social que, aunque
Baudelaire y sus contemporáneos no lo sabían, se iba a extender en el tiempo
hasta nuestro días.
Es muy interesante cuando Benjamin nos
cuenta cómo comenzó el folletín, la literatura por entregas. Los periódicos,
que en esa época se vendían por suscripción, necesitaban levantar las ventas. Los
titulares catástrofe ya se estaban usando pero no era suficiente, y fueron las
novelas que venían en los diarios las que salvaron las papas. Varios autores
negociaron cifras millonarias para escribir: Dumas y Lamartine entre tantos. El
que mejor la hizo fue Eugène Sue “quien gracias a su éxito con sus Mystèrs de Paris no sólo llevó el número
de abonados de El Constitutionnel de
3.600 a 20.000, sino que en 1850, con 130.000 votos de los trabajadores, fue
elegido diputado de Paris.” Unir a personalidades famosas de cualquier ámbito
con la política no es cosa nueva. Y las continuas críticas de Benjamin hacia el
periodismo nos hace sentir que ya está todo inventado: titulares rimbombantes
que no dicen nada pero llaman la atención, mezclar noticias con promociones
comerciales y muchos chimentos y corrupción.
Crítica negativa: el prólogo
exageradamente académico que confunde más que aclarar y el exceso de poemas y
textos en francés. Hubiera estado bien agregarles una traducción al pie de
página.
La modernidad y la antigüedad. Las
lesbianas, las prostitutas, el flaneur.
Las ciudades superpobladas donde la gente ya no se conoce y se empuja para
avanzar. La multitud destroza al pueblo donde todos se conocían. París y
Londres. Un mundo nuevo que se acomoda. Múltiples son los temas que aborda el
libro. Y mientras escribo esto sé que lo voy a volver a leer, cuando
tenga un tiempo más apacible. Por ahora lo acomodo en la biblioteca, y lo dejo
a mano. Cerca mío.
El Paris de Baudelaire
Walter Benjamin (1892-1940)
Eterna Cadencia Editora
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