Paulo Leminski
ama la palabra. La palabra que nace etimológicamente de parábola, el método probadamente
eficaz de Jesús.
La palabra que supo imponer al negro Cruz e Souza en el mundo de los blancos.
La palabra que siempre está en desventaja con el ideograma
japonés en la poesía haiku de Bashô.
La palabra que encendió la mecha con los discursos de Trotski.
La palabra del poeta, del lingüista, del revolucionario y el
políglota, del docente. De Leminski.
El libro es una compilación de cuatro pequeños libros que salieron
en su momento (en los ’80) en Brasil. Aquella vez salió en versión económica y
fue furor. Cada uno tenía su biografía: Cruz e Souza, Bashô, Jesús y Trotski. ¿Qué
tienen en común? Ellos revolucionaron su entorno, la escritura, la historia y
la vida misma. Y lo hicieron de manera consciente, no como esos científicos que
sin darse cuenta encontraron lo que no buscaban. Ellos querían ese cambio y lo
consiguieron con esfuerzo, con pasión. Dejando la vida en ello, en un par de
casos.
Cruz e Souza era
un negro en la zona más aria del Brasil. Los hacendados de Souza se lo llevaron y lo educaron. Como no
podían tener hijos le dieron su otro apellido, igual que Edgar Allan Poe. Le agregaron el nombre y le mostraron los libros.
A partir de ahí tuvo una vida bien aventurera, renegando del futuro promisorio
y embarcándose en mil y un fracasos. No la tuvo fácil. La mujer terminó loca,
los hijos los fue perdiendo y lo que escribía no era bien recibido. Lemisnki, como
a lo largo de todo el libro, aprovecha y habla de la Poesía en cuanto puede.
Haciendo gala de su saber, aquí tiene una reseña de la poesía del siglo XVIII
al XX que es imperdible.
El capítulo de Bashô
me permitió entender el haiku y, a su vez, sus dificultades para entenderlo. Porque
fue Bashô, un samurái
devenido en poeta, quien eleva el haiku a una expresión artística. Antes
era un simple juego de palabras del vulgo. Aquí Leminski es más semiólogo que
poeta. Recordemos la época: los ’80 fue el furor de todo aquello (significados,
significantes, signos). Lo que nos muestran los dos poetas, el autor y el
biografiado, es hermoso. Un vuelo que no se lograría sin la interpretación del
primero. La palabra occidental y el ideograma oriental en continua lucha, casi
como un juego dialéctico. Todo regado de hermosas frases y palabras/ideogramas
con demasiadas acepciones.
En la biografía de Jesús,
el autor se pone la ropa del políglota. Y no es para menos. Jesús hablaba en
arameo, aunque nunca dejó nada escrito. La lengua oficial de la época era el
latín. Los que escribieron la biblia lo hicieron en griego y en hebreo. Y la
popularización de los texto se hizo en idiomas que en esa época apenas estaban
en formación.
Este capítulo es fascinante, la búsqueda en estos textos tan
profusos y esquivos es más que interesante. No se mete con la religión sino con
sus hacedores de sentido.
Con mucha ironía y argumentos sólidos deja en claro las
grandes similitudes de las religiones monoteístas: Yahveh, Jesús y Alá.
La vida de Trotski
está envuelta en la revolución del ’17. Y su biografía se escribe en función de
otros dos pesos pesados: Lenin y Stalin. Es casi una clase de historia,
desde la era de los Romanov hasta la
supremacía de Stalin. Esa enorme nación de naciones que siempre fue diferente a
todo. Leminski era comunista y muere antes de la caída del muro, por eso hay
cosas que quedan en el camino. Pero lo que importa aquí es la construcción del
poder y el ejemplo de una revolución hecha por una idea madre y llevada a cabo
por un puñado de hombres que eran los únicos que sabían como llevarla adelante.
Es crítico pero sopesa virtudes y defectos. Todo en grandes proporciones, como
requiere una unión de repúblicas.
Punto aparte merece el estilo de Lemisnki. Como buen zorro,
para cada oveja elige una piel distinta. Múltiples estilos, gran sentido del
humor, fundamentos por doquier y unas vidas que merecen ser contadas. Me van a
faltan palabras para seguir elogiando este libro.
Vida
Paulo Lemisnki (1944-1989)
Punto aéreo
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