El derrotero del
libro que acabo de leer fue bastante particular. Primero leí una nota en el
diario que entrecruzaba pinturas, un libro y una extraña obra de teatro en un
museo. Va el link porque es muy interesante: http://www.lanacion.com.ar/1961425-dialogos-analia-couceyro-y-maria-gainza-desencorsetar-el-museo. Analía
Couceyro iba a llevar al teatro momentos de un libro sobre pinturas escrito
por María Gainza. Couceyro es una de
esas mujeres que tiene mucha fuerza en sus trabajos, posee una extraña belleza y
hace rato cruza géneros y experimenta con todo lo que hace. Y lo hace muy bien,
ejemplos sobran. María Gainza es una periodista relacionada con el arte de
renombre indudable. La obra de teatro iba a hacer en el Museo Nacional de
Bellas Artes, con localidades muy limitadas. Imposible para ir. Así que sólo me
quedaba buscar el libro para ver qué me había perdido. Casi un año pasó entre
la obra de teatro y mi lectura.
Gustave Courbet - Museo Nacional de Bellas Artes |
Y el libro es más
que interesante porque tiene una propuesta que es muy original. Mezcla la muy
buena manera de escribir que tiene Gainza como periodista con la intención del
narrador de ficción; con diferencias muy marcadas -adrede- y con momentos muy
definidos en sus textos. Son once cuentos, con once pinturas que cualquiera
puede encontrar en museos de Buenos Aires, donde mezcla un relato en primera
persona con la historia o algún detalle de la obra en cuestión. A mí me
encantaron los momentos que hablaba de las pinturas más que los textos de
ficción. El entrecruzamiento entre ambos a veces era más forzado que otros,
pero los detalles que escribe sobre los distintos cuadros hacen que uno los
tenga presente y obliga a ver esos cuadros en los museos. Ya fui a ver uno de
ellos en el Palacio Errázuriz y en estos días voy al Bellas Artes donde se
encuentran muchos protagonistas del libro (por eso se hizo la obra de teatro
allí en su momento).
Mark Rothko |
Las obras y los
artistas que se pasean entre la ficción y el relato periodístico son múltiples
y variados: Cándido López, Foujita, Gustave Courbet (quizás lo mejor del libro: la búsqueda de palabras y
sensaciones al estar frente a Courbet están muy bien logrados), Toulouse Lautrec, Rothko, Henri Rousseau,
las ruinas de Hubert Robert, Schiavoni, El Greco y otros más. Todos ellos pueden ser vistos en distintos
museos de la ciudad, insisto con esto porque acerca más al lector -que muchas
veces también es visitante de museos- con los textos. Obliga a buscarlos por
internet y preguntarse si lo recuerda o no, si lo conoce o no, si le llega lo
que Gainza escribe o no.
El libro es un
ejercicio necesario e interesante. Una búsqueda personal que involucra a quien
lee y a quienes gustan de pararse frente a los cuadros, a quienes le apetece saber
relatos o historias que están relacionados con las obras de artes y los
artistas que las llevaron adelante. Cada uno tiene su propia historia, y Gainza
se esfuerza por ofrecernos las suyas, siempre en primera persona y
con un gran gusto por el arte.
El nervio óptico
María Gainza
(1975)
Mansalva
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