Vladimir Nabokov nació en Rusia, al final
de una época. Pertenecía a la aristocracia de un sistema que estalló en mil
pedazos con la Revolución Bolchevique. Sabía leer en francés y en inglés
(aparte del ruso) a los 10 años, rodeado de institutrices y libros clásicos en su
idioma original. Por eso, en su largo peregrinar que tuvo como exiliado, no
resulta extraño que se haya dedicado a ser profesor de literatura y lengua rusa
(y otras cosas como boxeo o prosodia) aparte de su voluntad de destacarse como
escritor. Luego de varios años y un par de países llegó a EEUU en 1940, y recaló
en la Universidad de Cornell para
dar un curso sobre literatura europea. Aquella fue una época muy prolífica; ya
no escribía en ruso y de a poco comenzó a ser reconocido como escritor, pero
también como entomólogo y traductor. Hasta que con la publicación de Lolita se volvió millonario y en 1958
se tomó unas vacaciones de las que nunca volvió.
Los cursos abarcan siete obras de arte de la literatura: Mansfield Park, de
Jane Austen; Casa desolada, de Charles Dickens; Por el camino de Swann,
de Marcel Proust; Madame Bovary, de Gustave Flaubert; El extraño caso del
Dr. Jekill y Mr Hyde, de Robert
Stevenson; La metamorfosis, de Franz
Kafka y el Ulises, de James Joyce.
Toda una vida para leer estos libros. De estos siete, leí los últimos cuatro (y
el Ulises no lo terminé). Y como son más de 500 páginas, me dediqué a
presenciar las clases de los libros leídos, y todos ellos hace mucho tiempo. Los
cursos actúan como una relectura mejorada; es como volver a recorrer esas páginas
pero de la mano del maestro, que te lleva por donde él quiere, poniendo el énfasis
donde él quiere y marcando sus goces propios. Los años que pasaron desde
aquellas primeras lecturas (uno lee más clásicos de joven) hicieron también que,
por momentos, recuerde sólo algunas cosas, y muchas veces lo que se recuerda
son sensaciones, ideas o detalles. De hecho, pongo en duda el haber leído
Madame Bovary, porque allí las clases de Nabokov se mostraban como un camino
nunca recorrido. Vaya uno a saber.
Analizar o escribir sobra cada uno de estos libros se hace muy difícil. Nabokov
selecciona párrafos y los usa de ejemplo para sus clases; la vehemencia con la
que se dirige a sus alumnos deja en claro el amor por los libros y el respeto
por los autores. Aunque dice que el Ulises de Joyce está un poco sobreestimado,
se toma el trabajo de seguir el camino de la gran cantidad de personajes que se
cruzan en la vida de Bloom de aquel puntilloso y detallado 16 de junio de 1904.
Aquí me sentí identificado cuando habla de “los
aburridos vagabundeos de Leopold Bloom en sus pequeñas aventuras de un día de
verano en Dublin”. De Flaubert, en cambio, habla maravillas: el estilo del
francés deja embelesado a Nabokov, que describe con lujo de detalles gran cantidad
de artilugios con los que cuenta su obra. Un poema en prosa, así lo define. Un hallazgo
es la lectura en clase de las cartas que Flaubert le mandaba en 1852 a su
amante Louise Colet, donde relata la
búsqueda de ese estilo, el esfuerzo por encontrar los detalles y el tiempo que
le llevaba armar momentos que luego Nabokov definía como perfectos. Como ejemplo:
“¡Qué pesadez es mi Bovary! Esta escena
de la posada puede llevarme tres meses…”. El contrapunto, el punto y coma,
el uso de la “y”: todo lo hacía bien
Flaubert.
De Jeckyll y Hyde (aparte de echar por tierra la idea de elegir el apellido
del mal asociándolo con el hecho de esconderse o escondite: hide, ya que viene del anglosajón hyd) lo que más me gustó es su postura
que dice que Jeckyll no se transforma en Hyde sino que proyecta un concentrado
del mal puro, que Jeckyll no es el bien ni Hyde el mal absoluto, porque siempre
queda un poco de Jeckyll que se horroriza de lo hecho mientras Hyde está en su
cuerpo. No son dos personas, o dos personalidades; es una sola y de hecho viven
en la misma casa. Y en el libro de Kafka, despotrica contra la familia: como mediocres
y filisteos define a los familiares de Gregor, que viven de su trabajo y sufren
más el tener que salir a buscar el pan que la metamorfosis del joven. Por eso
sale el sol y festejan la muerte del pobre cucarachón que supo ser miembro de
la familia.
El estilo, las estructuras, los recursos, los detalles, las traducciones. Todo
lo que hace a la literatura está en este libro. Tener de maestro a Nabokov es
un lujo que nos llega gracias a estas clases de fines de los ’50 que ahora tienen
forma de libro.
Ideal para que aquellos que quieren aprender a escribir, pero también para
aquellos que gozamos aprendiendo a leer.
Curso de literatura europea
Vladimir Nabokov (1899-1977)
Ediciones B
No hay comentarios:
Publicar un comentario