Hace casi 100
años (en 1921, para ser exactos) Horacio
Quiroga publicó Anaconda, un
compendio de cuentos con un tinte bien de naturaleza robusta en contacto (y en
conflicto) con el hombre; la vida rodeada de montes y ríos; lluvias, indios y
oportunidades de negocios que casi nunca funcionan. Quiroga ya había publicado Cuentos de amor, de locura y de muerte y
Cuentos de la selva, dos joyas de la
literatura que nunca pudo mejorar en su estilo.
Un buen número de
estos cuentos, son 19 en total, ya habían sido publicados en revistas de la época
y algunos de ellos varios años antes de que lleguen a conformar este libro. Y
eso se nota. Porque el resultado es muy dispar, hay cuentos muy buenos y otros
bastante flojos. De hecho, la segunda edición es más corta porque el propio
autor sacó varios de ellos para que el resultado sea más compacto y homogéneo,
pero la edición de Losada (que también tiene sus años, es de 2009) decidió
volver al original. Y ahí pierde. La disparidad de los relatos hace que el conjunto
caiga mucho. No voy a extenderme en aquellos que no me gustaron, sino que
valoremos el arte de este uruguayo perseguido por la desgracia. Breve racconto:
su primera mujer se suicidó, mató a un amigo por accidente al enseñarle a usar
un revólver, su segunda mujer lo abandonó en la selva enfermo y acabó con su
vida en un vaso de cianuro.
Anaconda es un cuento que bien podría haber estado en algunos de sus mejores libros
arriba citados. Todo tipo de víboras se reúnen en un Congreso llamado de
urgencia, atemorizadas por la llegada del hombre a su hábitat. Culebras, yararás,
boas y una gran Anaconda se juntan para luchar contra el enemigo en común que
no se arrastra por la selva. Pero esa lucha se complica cuando los conflictos
entre ellas no se resuelven. Una frase antes de la batalla: “Desde que el mundo
es mundo, nada, ni la presencia del Hombre sobre ellas, podrá evitar que una
Venenosa y una Cazadora solucionen sus asuntos particulares”. El mejor relato
de todo el libro.
Otro de los que
me llamó la atención es En la noche,
la historia de una mujer que remó un día entero contracorriente con su esposo
agonizando luego de que una raya le pique el tobillo. La perseverancia, la
naturaleza y el amor arriba de un botecito avanzando lentamente con el quejido
del hombre a sus espaldas. No lo podía ni mirar, solo seguir remando.
Miss Dorothy Phillips, mi esposa podría haber formado parte de otro libro.
No tiene nada que ver en este conjunto. Un argentino chanta que se va a Hollywood a enamorar a una estrella de cine. No
sólo es un cuento de ciudad (el único junto con Dieta de amor, otra simpática
historia que mezcla las calorías con el amor), sino que es en el extranjero con
un tono muy lejano al que Quiroga está emparentado.
Después hay otros
que están bien y varios que no tanto. La edición donde el autor se editó debe haber
quedado bien, pero pocos datos hay sobre esa versión. De todas maneras, todos
sabemos que Quiroga es un cuentista formidable que marcó un estilo y una época.
Y un libro no tan bueno se le puede perdonar. ¡Si se lo perdonamos a cada uno!
Anaconda
Horacio Quiroga
(1878-1937)
Losada
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