Mi primer
encuentro con Paul Éluard fue gracias
a un librito encontrado en un tugurio lujoso. Hace muchos años, todo en francés.
Veinte ejemplares impresos sobre papel Japón, con un original de Batlle Planas. Lo editó Juan Viviano
(presidente de la Asociación de Bibliófilos de Argentina) en la navidad de 1957
como regalo a sus amigos. Una delicadeza.
Hace poco, en un
viaje aburrido, encontré esta versión bilingüe de 1929 que me tentó. Para
muchos Éluard pasó a la historia porque Salvador
Dalí le birló la esposa en un verano de Cadaqués. La dama en cuestión era Gala, la musa que Dalí multiplicó en
miles de versiones a través de sus cuadros. Estos poemas, justamente, fueron
escritos antes de ese verano. Detalle no menor: el libro está dedicado a ella;
más morbo, imposible. Toda la primera parte del libro es una oda a la pasión y
la entrega sexual. Gala vuelve a ser musa y tiene a Éluard vuelto loco. La
desnudez, sus labios, el deseo, sus ojos, la libertad. El amor. Todo remite a
ella. Todo es pulsión que emana de sus palabras.
Éluard también es
recordado por su paso por el surrealismo,
su relación con André Bréton, Max Ernst y otros referentes, pero es
muy difícil encontrar algo de eso aquí.
Después el libro cambia
el tono. Radicalmente. Se vuelve introspectivo, buceando en su interior. Mudándose
a lo universal, dejando de lado la pasión para buscarse en sí mismo y, de a
poco, en lo que lo rodea. Precisos, concretos y escuetos son los versos. Pero en
otro capítulo los poemas crecen, se acercan a la narrativa; se animan a ser
extensos. En esta instancia todo se oscurece un poco, con fondo de naturaleza. Bosques,
animales, referencias climáticas.
Los últimos dos
capítulos se llaman igual: Prohibido
pensar. En el primero se repiten la noche, el sueño y el ensueño. La segunda
parte se conjuga en la primera persona del singular; a modo de expiación habla
del dolor, pero superado. La memoria, las heridas, las tormentas y los
tormentos.
Así es su último
poema:
“Los he apresado acaso con demasiada facilidad
He sometido a sus fantasmas a reglas de excepción
Sin saber que debía reconocerlos a todos en ti
Que siempre desapareces para de nuevo aparecer.”
La poesía de
Éluard llega donde se lo propone. Usa todo tipo de herramientas para lograr su
cometido. Transparente en su pasión y en su dolor. Sometiéndose a su propio
fuego, que termina quemándolo. Un viaje interior que nada tiene de surrealista,
que es profundo, universal y personal.
El Amor la Poesía
Paul Éluard
(1895-1952)
Visor Libros
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