06 agosto 2011

Wassily Kandinsky y la Crisis de representación


Kandinsky, además de ser ese gran pintor abstracto ruso, fue un intuitivo. En todo, inclusive en la escritura.

Escribió hace exactamente 100 años un librito llamado De lo espiritual en el arte; que terminó siendo una especie de base filosófica para todo lo que vino después. Casi un manifiesto, pero sin proponérselo. Imperdible para todos a los que les gusta el arte, la escritura y hasta la música.

Poniendo por encima de todo (estilos, épocas y convencionalismos) una ley de necesidad interior que tiende a regir al artista, Kandinsky dice que hay un deseo interior, un espíritu, que tiene que ser mucho más importante que emular lo real, lo figurativo. No es tarea del artista copiar la naturaleza o los rasgos de una persona, sino dotarlos de expresión. Y todo eso viene de adentro.

“El artista no tiene por fin la reproducción de la Naturaleza, aunque ésta sea artística, sino la manifestación de su mundo interior.”

Manda al demonio a las composiciones clásicas, a los críticos (“gente sin amor, que no entienden lo que se plantea”) y relaciona hasta terminar uniendo a todas las expresiones artísticas.  Por ejemplo, la música con los colores.

El rojo bermellón se acerca al sonido de una tuba, el marrón es un tambor y al verde puede asociárselo con los tonos calmos y alargados  del violín.
El blanco se asocia a la nada primitiva, a la era glaciar. Un no sonido, un sonido inmenso. El negro sería una pausa, pero definitiva, la muerte. El gris es insonoro e inmóvil.

Y así sigue un camino que merece la pena….

De lo espiritual en el arte
Wassily Kandinsky (1866-1944)
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