07 febrero 2015

Benjamin y Baudelaire. La delicia de leer lo bueno.

Qué bueno volver a leer a Walter Benjamin. Desde la universidad que no tenía el placer de leerlo, y eso fue hace muchos años, más de veinte. Y lo bueno fue que volví a sentir esa experiencia de mis épocas de estudio: la inteligencia del planteo, la sencillez del análisis, lo detallado de su investigación y, quizás por sobre todas las cosas, la capacidad de sorprenderme que tienen sus textos. Y si a esto le agregamos al autor que analiza, todo se potencia. Benjamin y Baudelaire, Baudelaire y Benjamin.

Walter Benjamin tenía la idea de hacer un libro sobre Charles Baudelaire, pero la muerte lo encontró antes. Mientras huía del nazismo sólo pudo escribir un par de capítulos entre 1938 y 1939. Los compiladores del libro tuvieron el buen tino de juntar todo lo que escribió sobre el autor de Las flores del mal y el acierto de titularlo: El Paris de Baudelaire. Porque Paris, no cabe duda, era la capital del mundo en el siglo XIX. Y Benjamin hace un recorrida tan minucioso por esa época, nos pasea por la cultura de esos años con estandartes de la talla de Balzac, Edgar Allan Poe, Victor Hugo o Marcel Proust y nos presenta a tantos otros que nos obliga a bucear por Internet para poder seguirlo. Lo mismo pasa con la pintura. Baudelaire era un conocedor y un crítico del arte de sus años y Benjamin, hace gala también de un gran conocimiento de los pintores de esa época.
Otro punto que potencia el texto es el análisis bañado de dos teorías pilares del Siglo XX: el marxismo y el psicoanálisis de Freud . Y es que es el momento ideal, el verdadero nacimiento de la modernidad y de una nueva normativa política, económica y social que, aunque Baudelaire y sus contemporáneos no lo sabían, se iba a extender en el tiempo hasta nuestro días.

Es muy interesante cuando Benjamin nos cuenta cómo comenzó el folletín, la literatura por entregas. Los periódicos, que en esa época se vendían por suscripción, necesitaban levantar las ventas. Los titulares catástrofe ya se estaban usando pero no era suficiente, y fueron las novelas que venían en los diarios las que salvaron las papas. Varios autores negociaron cifras millonarias para escribir: Dumas y Lamartine entre tantos. El que mejor la hizo fue Eugène Sue “quien gracias a su éxito con sus Mystèrs de Paris no sólo llevó el número de abonados de El Constitutionnel de 3.600 a 20.000, sino que en 1850, con 130.000 votos de los trabajadores, fue elegido diputado de Paris.” Unir a personalidades famosas de cualquier ámbito con la política no es cosa nueva. Y las continuas críticas de Benjamin hacia el periodismo nos hace sentir que ya está todo inventado: titulares rimbombantes que no dicen nada pero llaman la atención, mezclar noticias con promociones comerciales y muchos chimentos y corrupción.

Crítica negativa: el prólogo exageradamente académico que confunde más que aclarar y el exceso de poemas y textos en francés. Hubiera estado bien agregarles una traducción al pie de página.

La modernidad y la antigüedad. Las lesbianas, las prostitutas, el flaneur. Las ciudades superpobladas donde la gente ya no se conoce y se empuja para avanzar. La multitud destroza al pueblo donde todos se conocían. París y Londres. Un mundo nuevo que se acomoda. Múltiples son los temas que aborda el libro. Y mientras escribo esto sé que lo voy a volver a leer, cuando tenga un tiempo más apacible. Por ahora lo acomodo en la biblioteca, y lo dejo a mano. Cerca mío.

El Paris de Baudelaire
Walter Benjamin (1892-1940)
Eterna Cadencia Editora