09 septiembre 2020

Anteparaíso, de Raúl Zurita


Anteparaíso es un canto a Chile. Raúl Zurita nutre sus estrofas de naturaleza y de esa geografía tan particular de su país. Es su marco, su escenario; la metáfora en la que condensa sus ideas, es su camino para llegar a las puertas de paraíso.

La geografía de un país suele definir varios aspectos de su idiosincrasia, y en Chile esta geografía terminó de moldear a sus habitantes. No podemos olvidar al gran Patricio Guzmán, quizás el mejor documentalista de América Latina, que define a su país como una isla, rodeada y asfixiada por la naturaleza. El mar de un lado y la cordillera del otro. Aislados.

Son las playas de Chile (que Zurita define como “horizonte y calvario”), son las montañas que se alzan y caminan rumbo al mar, con su tremenda inmensidad y su blanca nieve, hasta llegar a una imagen hermosa, casi alucinatoria: “Todos pudieron ver el azul del océano tras la cordillera”.
El cielo siempre está presente, los pastizales se queman y la dictadura podrida: todo lo lleva al dolor. Porque los versos de Zurita son de un inconformismo casi constante, como un quejido que lleva al dolor.
También utiliza otros idiomas que disparan frases: aymara, el quiché (la lengua del Popol Vuh), o la Biblia, con San Agustín y hasta Miguel Ángeltambaleándose sobre los andamios de los Andes”, pintando en las “invertidas cumbres del cielo”. Y del dolor pasamos a Pasión (esa que lleva mayúscula y nos remite a la religión). Todo tan chileno.

La ironía es fundamental para su juego con las palabras, pero cuando hay que posicionarse en aquella realidad que se vivía (el libro está escrito en 1982, años de plomo en el continente entero), y hablar de tanques y aviones Zurita vuelve a derrumbarse en el dolor:
Porque enlutaron sus casas y arrasaron sus pastos
Porque no hay consuelo para nosotros
y nadie acude
a compadecerse de los afligidos
Porque nadie puede decir que Zurita se mantuvo al margen de los temas pesados. Ni antes, ni ahora.

La repetición es otra de las herramientas del poeta. Las palabras vuelven a sonar línea tras línea, en un mismo verso. Siempre elige tres o cuatro palabras que suenan y resuenan, y cambian de sentido. Ese recurso Zurita lo utiliza con gran resultado. No es esa repetición anodina que cansa, sino que es el uso de la palabra, su acepción, su lugar en la frase y cómo se relacionan los distintos términos.


No olvidemos que el poeta pintó el cielo con sus frases. Literal.
Zurita siempre supo que el lápiz y el papel no eran la única opción. Los cambios de soportes fueron parte de su poesía desde el inicio. Así, en 1979, en su poemario Purgatorio (anterior a Anteparaíso), publicó una colección de electroencefalogramas propios cuando se ponía en duda su cordura.
En esta hermosa versión de la Editorial de la Universidad Diego Portales, no podía faltar el texto “La vida nueva”, un poema escrito en junio de 1982, en el cielo de Nueva York, con letras de humo escritas desde un avión 4.500 metros de altura. Arte visual, experimentación y poesía enlazadas en la búsqueda de distintos plataformas. También podemos mencionar su poema de 3 kilómetros de distancia escrito en el desierto de Atacama: “Ni pena ni miedo”(¿Land art?) o cuando se para en un escenario, con una banda atrás y recita sus poemas adoptando la postura de un front man rockero. Un ejemplo: https://www.youtube.com/watch?v=xLAipFUF6_k  

Hoy, 9 de septiembre de 2020, Raúl Zurita recibió el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Según los que entregan el galardón, “reconocen el ejemplo poético de Zurita de sobreponerse al dolor con versos, con palabras comprometidas con la vida, la libertad y la naturaleza”. Casi un perfecto y sintético resumen de Anteparaíso. La coincidencia es demasiada.

Al terminar el libro nos queda la sensación de que Zurita no solo le canta a su patria chilena, sino que también le reclama, le exige, le recuerda sus miserias, sus contradicciones. Y lo más importantes, sus injusticias.

Hermoso libro de poemas.

Anteparaíso
Raúl Zurita (1950)
Ediciones Universidad Diego Portales