28 febrero 2013

Volviendo a las fuentes de la literatura erótica: Memorias de una princesa rusa

 

En épocas en que es furor la literatura erótica para amas de casa aburridas (como castiga la crítica que desprecia los best seller tipo Cincuenta sombras de Grey), me tenté por una edición muy barata de un clásico de clásicos mientras recorría una mesa de saldos y ofertas. Siempre me intrigó esta novela y me saqué las ganas.
La historia narra la muy movida vida sexual de una adolescente y joven princesa en una época en que –según el relato- las orgías y el desenfreno eran de lo más normal. Debuta a los 14 años con un joven amante, luego está con un campesino con un gran –pero gran- atributo. Luego con seis de ellos, después vienen las fiestas y orgías, y termina contando muy someramente un aparato mecánico y sexual de lo más polémico, casi ridículo y un final con animales y sin detalles. Empieza con un ayudante de campo y termina con el mismísimo Zar Pablo I. Con tragedia incluida.
Una de las mejores cosas que tiene el libro es el contrapunto entre el diario de la princesa, que narra específicamente los momentos de placer sexual y el relator, que se horroriza un poco y se sorprende de tanta lúbrica lujuria. La corte de San Petersburgo le da también un toque exótico. Parece que el manuscrito original del diario fue escrito entre 1796 y 1800, y que cincuenta años después un aristócrata ruso exiliado en Inglaterra le agregó el contrapunto del narrador. Es por eso que nos explican que el vodka es una especie de aguardiente, que los moujiks son los campesinos y que en esa época era todo un descontrol, desde las clases nobles hasta el pueblo raso.
Aunque por momentos me sentía un adolescente leyendo algo prohibido, y también tenía que ver donde dejaba el libro para que nadie lo viera (hubiera sido muy engorroso ponerse a dar explicaciones), tengo que decir que me pareció súper interesante, que es muy erótico y que hay que leerlo en algún momento de la vida. Por suerte se tradujo en Argentina (editada por la muy sugestiva Editorial Castidad), y así es que hay “vergas” y no “pollas” y demás españolismo molestos.
Un gran plato con muchos condimentos: muerte, incesto, vejaciones, placer, traición, sodomía, algo de amor y mucho de sexo.

Memorias de una princesa rusa
Anónimo
Editorial Castidad

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