13 diciembre 2015

La confesión, de César Aira


Tengo que aceptar que César Aira me perturba un poco. Me cuesta. Leer sus textos, sus novelas cortas, me obliga a un ejercicio, a pensar qué es lo que me quiere transmitir. Termino el libro y me veo un poco obligado a preguntar(me) por el sentido, la idea final. Y la relectura, casi obligada, se agradece; porque ahí es donde uno más valora a Aira. Entiende que es una cuestión de estilo. A primera vista parece sencillo y afable, y luego se ve la manera de manejar los hilos de la historia.

Eso me pasó con La confesión. Tal como está planteado al inicio es una historia bien argentina: una reunió familiar, casi multitudinaria, por la cantidad de gente que conforma el clan Orlov. Todos los años se juntan a recibir el dinero que les corresponde por los campos y hectáreas que tienen. El camino que transita es el de la descripción minuciosa de las distintas gentes que conforman esa familia. Los detalles van definiendo sus personajes, todos encerrados en un gran living, de todas las edades, los estratos sociales. Rubitos y negritos, ricos y pobres (¡hay peronistas y todo!).

El personaje central, un conde aristocrático venido a menos, que tiene la virtud de no saber lo que es trabajar, lleva el relato. Se siente observado y se sabe farsante; en realidad todos lo saben. Pero hay un secreto, que de a poco, va ganando terreno en el relato hasta volverse lo último y más importante. Y después, de a poco, casi sin darnos cuentas estamos leyendo otra cosa; aunque siempre en el mismo living y con los mismos personajes. No sabemos bien cómo llegamos ahí. Avanza un poco más y otra vez estamos en otro lado, aunque no nos movimos del mismo escenario, ni cambiaron los actores. Así que cuando termina el libro, de manera abrupta, tampoco tenemos del todo claro que lo que creemos que nos quiso decir es lo que nos dijo.  El sentido, lo repito.

Es cierto que hay un pequeño mundo que adora a Aira. Séquitos orgullosos que recorren el mundo enalteciendo la figura del maestre. Otros creen que se limita al saber que maneja al dedillo la prosa, y que juega tanto con el texto para demostrarlo que deja de lado la voluntad de ser un buen escritor. A mí me gusta. La confesión es corto, intenso y muy bien escrito. Con eso me alcanza.

La confesión
César Aira (1949)
Beatriz Viterbo Editora