16 mayo 2015

Mishima y sus Caballos desbocados. Un puente de la antigüedad a la modernidad.



La sociedad japonesa de comienzos del siglo xx sufrió una rápida transformación que otras culturas vivieron de manera mucho más paulatina. En sólo unos años, Japón pasó de lo tradicional a lo moderno, de lo (casi) medieval a la burguesía de origen occidental, con toda la decadencia espiritual y moral que ello representó.
Yukio Mishima es el autor de una tetralogía que revisa esa transición a través de la ficción. Desde los comienzos del siglo XX a los años ’70, narra la historia de un juez a lo largo de su vida. Caballos desbocados, el segundo de los cuatro, arranca en 1932 y llega hasta un poco antes de la Segunda Guerra. Cuenta la historia de un complot para eliminar a las figuras políticas y los grandes terratenientes que un grupo de jóvenes (casi adolescentes) lleva adelante con la figura del Emperador como el ideal que buscan resguardar.

Mishima fue un actor fundamental de la cultura japonesa luego de la Segunda Guerra Mundial. Se vanagloriaba de pertenecer a una familia de samuráis, muy de derecha, amante de los rituales de otras épocas y las asociaciones paramilitares que buscaban dignificar al Emperador y los valores tradicionales. Los mismos que retrata en este libro.

La manera de escribir de Mishima es de una delicadeza que estremece. Describe escenas y lugares que parecen de siglos anteriores. Los pinos con formas de dragones que descansan, la lívida luz del sol naciente que arroja sombras que van rayando el suelo y un espíritu suave, como desmayado, que pesa sobre los colores del aire y suaviza los brillos.
Sus ideas manifiestan repugnancia ante cualquier innovación y la pureza es representada como el bien máximo al que los hombres de barro pueden aspirar. Y el suicidio, casi de manera inevitable, es sinónimo de belleza.

Hay un libro dentro del libro que se llama La liga del viento divino de 1873 que relata otro complot que, de hecho, es el que inspira a los jóvenes del siglo XX. Ese complot termina mal y todos sus participantes se suicidan siguiendo el ritual del seppuku (término que pasó a la historia occidental como el harakiri), tal como lo hizo en la vida real el escritor Mishima, el mismo día que terminó su cuatro y último tomo. Morboso, ¿no?

El libro divide en dos sus temáticas: la primera mitad es mucha más tradicionalista, con mucho ritual, mucho kendo y descripciones de bosques y lugares al aire libre típicos y tradicionales de la cultura japonesa. La segunda parte, se desarrolla en Osaka y Tokio, con situaciones más interpersonales y modernas. Allí se intenta llevar a cabo la sublevación con un trasfondo de burocracia judicial, crímenes, envidia y violencia policial. Algo muy lejano a lo diáfano que se que describe en el inicio. Pero el final, majestuoso y esperable, busca la pureza, la muerte y la purificación.
Gran libro, enorme en su tamaño y su propuesta. Con el tiempo, no me queda otra que seguir con los que me faltan.


Caballos desbocados
Yukio Mishima (1925-1970)
Alianza Editorial