17 junio 2019

Ilíada, de Homero. El inicio de la literatura mezclado con un hashtag: #Homero2019



Acabo de terminar de leer el poema épico más antiguo de la literatura europea. Así definen a la Ilíada de Homero. Un cúmulo de batallas con más acción que una de Hollywood, pero bien escrito claro está. Muy bien escrito.

A pesar de haber sido compuesto hace tanto tiempo atrás (circa 750 a. C.), impresiona los recursos que utiliza Homero para darle acción a la trama y generar situaciones continuamente. Las batallas son vívidas, los detalles ayudan a que tantas no sean tan parecidas. Es muy pormenorizado el relato cuando se rompen los huesos, se clavan las espadas o saltan los ojos y la quijada por la acción de una pica. El susurro del miedo está siempre latente, y la gloria o el metal se vislumbran como el fin último. Se aprenden detalles como cuando le sacan la armadura y sus armas a los muertos; en medio de la batalla se tomaban el tiempo necesario para eso y luego se utilizaban para mostrar como trofeo, aunque también se podían vender o regalar a alguien muy especial.
El cadáver importa, y mucho. El propio y el ajeno. Se pelean por los cadáveres de los guerreros más bravos. Casi tres capítulos peleando por el cadáver de Patroclo, el ladero y querido de Aquiles. A partir de ahí, se define la batalla y con ella, el libro. De hecho, el final de esta maravilla de la literatura se lo lleva otro cadáver, que no voy a decir para aquellos que quieran leerlo. De todas maneras, la forma de relato de Homero nos va anunciando todo lo que va a suceder. Sabemos de antemano quién gana la batalla y quién pierde, quién va a morir y quién se va a salvar. Hija del relato oral, este poema sobrevivió por el boca a boca y su valor es saber cómo llegamos al final. Porque todos conocemos, aunque sea de oídas, el final de Troya.

Los dioses se meten todo el tiempo en la vida de los hombres. De hecho, el destino está escrito por ellos y el hombre no puede hacer mucho para torcerlo. La gloria o la muerte no es mérito humano, son temas que deciden los dioses que mucho no tienen qué hacer y se la pasan mirando hacia abajo; hacia el campo de batalla, hacia el tablero de ajedrez. Sus vidas, sus rencores y sus pasiones son vividas a través de los hombres. Los dioses se meten en el cuerpo de los hombres para poder acceder a nuestro mundo y hablar con algún héroe determinado, tomando la forma de un conocido suyo pueden recibir el consejo que les va a ayudar o pueden llevarlo a la muerte a través del engaño. Igual, el hombre siempre termina dándose cuenta que quien le hablaba era un dios, y lo toma casi como algo ordinario. Se alegraban o entristecían por el mensaje, no por el hecho de mantener una conversación con un inmortal.

Hay una opinión a cada línea. En el formato de diálogo, diatriba o pensamiento siempre se cuelan alguna bajada de pensamiento. Con comillas o en silencio, Homero nos enrostra lo peor de la humanidad, salpicado con la intromisión de los dioses y los actos humanos. Casi como un cambalache, se pierden en el fango -esta vez, el de la batalla- pero sin dejar de olvidar que el inicio del primer poema del mundo occidental empieza con un lío de polleras. Le afanan la mina a Menelao, la famosa Helena, la más hermosa entre los mortales; casi como un tango nervioso y lerdo. Con rencores, amores perdidos y muertes por todos lados.

La lectura compartida a través de twitter con el hashtag #Homero2019 vuelve a seducirme (tal como me sucedió con otro clásico: #Dante2018 y su Divina Comedia). La gente aporta sus ideas, lecturas, las influencias de Homero en otros ámbitos de la cultura, etc. Todo sirve, todo suma. Un bálsamo en esta época en que las redes sociales se ponen tan torpes. Un agradecimiento para Pablo Maurette (@maurette79) por dirigir todo con una batuta sencilla y sin entrometerse en el diálogo múltiple que se genera. Vamos a ver si me animo a la Odisea, que arranca en unos días.

La Ilíada
Homero (siglo VIII a. C.)
Biblioteca Gredos