30 mayo 2016

La apariencia de las cosas, de John Berger. La ética, además de la estética



Uno aprende leyendo a John Berger. De eso no hay duda. Aprende pequeños detalles de grandes artistas, que luego se definen como enormes evidencias; aprende nuevos nombres que se agregan a la lista de los que hay que conocer, famosos e ignotos. Aprende una manera muy particular de analizar el arte.
Esta antología de ensayos y artículos de Berger nos cuenta también muchas cosas acerca de él mismo: su postura como artista sobre distintas técnicas y tendencias, su marxismo como motor de pensamiento, sus preferencias y algún que otro desliz relacionado más a la ficción que al análisis. Son textos escritos en la década del ’60, publicados en medios culturales de izquierda; algunos ya vistos en otras antologías y otros que se pueden leer por primera vez en castellano.


Los dos textos más importantes e interesantes son sobre Paul Cézanne y Fernand Leger. Este último no intenta ocultar la fascinación que le provoca al autor y lo analiza desde la admiración, tanto artística como ideológica. Berger une la vida, la política y el arte continuamente. De hecho, para él, el arte debe tener una función social y política aparte de lo estético o la búsqueda de belleza. A Cézanne, en cambio, le da el lugar de vanguardia que se merece. Por ser el primero en cambiar la forma de “ver las cosas”: a partir de Cézanne es más importante la visión del sujeto que el objeto a pintar. No hay un objeto único, hay infinitas formas de ver al objeto, tantas como personas. Una visión es un proceso de distintos puntos de vista que se unen de manera simultánea para dar cuenta del “objeto”. De ahí al cubismo, hay un par de pasos y la definición del arte de Duchamp, está a la vuelta de la esquina.


También hay textos que se refieren a aquellos artistas que no han pasado a la historia, generalmente ligado a la historia política y no sólo al arte. Aquí hay un componente de crítica hacia el comunismo, que marginó a algunos artistas o que obligó a trabajar el contenido o la temática que era dictada por el partido. La pregunta que ronda aquí es: ¿qué hubiera pasado si estos artistas hubiesen tenido lo que se llama libre albedrío? Si hubiesen hecho lo que su sensibilidad le indicaba, sin indicaciones o presiones ideológicas. Vale aclarar que muchas veces esas presiones eran auto infringidas, era el propio artista el que no se daba la libertad de pensar o actuar sin tener al Partido (con mayúsculas) a sus espaldas observándolo todo. ¿Qué es más importante: el arte o la ideología? Estamos en la década del ’60, cuando se vivía una desilusión por el comunismo que unas décadas más tarde se iba a derrumbar por su propio peso. Y como corolario de esa desilusión, hay también un duro artículo de la Primavera de Praga pisoteada por los tanque rusos. Fin de una época.

Los otros textos pueden ser “necros”. La muerte de algunos artistas como Le Corbusier, Zadkine o el propio “Che” Guevara (aquí se agregan varios nombres nuevos a la lista antes mencionada; gente difícil de conocer si no fuese por este libro).  Y también está Benjamin, Watteau, Corot, los paisajes, el fotomontaje, Yeats, los retratos y muchas más cosas. Es un libro muy completo, con esa ironía tan típicamente británica y una idea del arte particular y polémica: colocando a la ética casi al mismo nivel que la estética.


La apariencia de las cosas
John Berger (1926 - 2017)
Editorial Gustavo Gil