28 marzo 2020

Las horas, de Michael Cunningham. De la mano de Virginia Woolf



Las horas es un gran homenaje a Virginia Woolf en general, y a su libro La señora Dalloway en particular. Lo primero que nos ofrece es un prólogo que relata detalladamente el suicidio de Woolf (difícil resistirse a la tentación de escribirlo) y el primer capítulo se llama como el libro antes citado. Leer este texto sin haber leído el que lo inspira, es como ir a una fiesta de disfraces vestido de civil. Como que uno no se encuentra.
Cuando lo compré no sabía nada de esto, así que tuve que buscar y leer La señora Dalloway para poder arrancar con éste. Lo bien que lo pasé leyendo a la original ya lo mencioné en otro lado: http://fernandolojo.blogspot.com/2020/02/la-senora-dalloway-de-virginia-woolf.html. Leer a Woolf siempre da gusto.

Ahora sí estaba preparado para leer el libro de Michael Cunningham. Desde el inicio el homenaje se pone también de manifiesto cuando el autor utiliza varios recursos que usó Woolf al escribir Dalloway: todo sucede en un mismo día (desde la mañana hasta la noche de esa jornada transcurre nuestro texto), los pensamientos mandan (tal como sucede en el homenajeado, lo que piensan los personajes es un parte fundamental del relato, y pasa de un pensamiento a otro sin ninguna diferenciación ni marca puntual) y todos van de un lado a otro a lo largo de las páginas. Recorrer y andar es una característica de ambas obras. Woolf recorre Londres, Cunningham recorre el tiempo.
Y aquí está la gran diferencia, Las horas nos cuenta tres historias en paralelo, y gracias a esto el libro toma un vuelo propio más que interesante. 
El primer personaje es la propia Virginia Woolf, en 1923, en las afueras de Londres debido a su delicada salud mental (Cunningham se hace un festín bastante morboso con su enfermedad, hay voces que le hablan y todo). Ese preciso día Virginia Woolf empezó a escribir el libro tan mencionado, sus primeras páginas, y ella ya dudaba de lo que iba a ser una obra de arte. Cuando pasa la duda, viene el momento de pensar cómo va a ser el personaje de Dalloway: sus gustos, su relación con la servidumbre, con la muerte, con el amor prohibido. Virginia construye a Clarissa Dalloway, empatiza aquí y se diferencia allí. ¡Y Cunningham hace lo mismo! La hace decir a Woolf ciertas cosas, pone en su mente otras. Woolf se obsesiona con el amor prohibido, aquel que es perfecto simplemente porque nunca llega a concretarse. Pero, ¿no es Cunningham el que se obsesiona? En el Dalloway original apenas son unas líneas, mientras que aquí recorre el libro y los tres personajes sufren por el amor prohibido.
El segundo personaje es una señora aburrida que vive en Los Angeles en 1949. Está leyendo el libro (La señora Dalloway, obvio) y su vida discurre entre ser la típica madre americana de post guerra o mandar todo al diablo. Solo quiere estar tranquila, tener un poco paz para poder leer.
El tercero se llama Clarissa (como la del título) y su mejor amigo de la vida siempre la llama Señora Dalloway. Su amigo es poeta, se está muriendo de SIDA y hace muchos años tuvieron un amorío. Nueva York, fin de milenio.

Todo esto se dice en las primeras páginas. Es solo el inicio, y a partir de allí se arman tramas y situaciones, en cada una de sus vidas y en su mundo. Eso sí, todo transcurre a lo largo de un único día. Los capítulos son bien cortitos y vamos de una a la otra, con sutilezas que quizás unen sus historias, pero sin buscar la relación entre ellas ni la identificación. Cunningham escribe de una manera muy sobria, llevadera, pero con un toque de cinismo que me gusta. El libro ganó muchos premios (el Pullitzer, entre otros), se hizo un película muy taquillera (ganadora de un Oscar) y yo ya había tenido una linda sensación con otro de sus éxitos: Cuando cae la noche (http://fernandolojo.blogspot.com/2012/05/cuando-cae-la-noche-de-michael.html). Nuevo paréntesis: acabo de leer la reseña que escribí ocho años atrás y veo varias cosas que se repiten en su prosa y en mi texto. Me gusta eso.

El final del libro es brillante, se nota que el autor lo tenía pensado hacía rato. Una construcción y un remate, que en un par de frases dan un significado nuevo a todo lo anterior. Lo tuve que leer dos veces.

Las horas es una gran experiencia. Y si pueden leer antes a Woolf, mucho mejor.

Las horas
Michael Cunningham (1952)
Editorial Norma