14 enero 2013

Otra lección de Couve: La lección de pintura



En tan solo un puñado de páginas, Adolfo Couve narra la típica historia de los inicios del artista. Y como sabemos, las típicas historias buen escritas son las que reconfortan. Y Couve lo hace una vez más. Muy intimista, muy detallista y bastante autobiográfica. El pintor se sigue leyendo en el texto, al punto tal que los parajes son descritos al modo de un cuadro, los estamos viendo. Son como paisajes que  se van leyendo. 

La historia comienza en Llay-Llay (donde el propio Couve pasó su infancia), un lugar muy rural de Chile, muy pueblo. Allí, un farmacéutico se transforma en tutor y protector del niño-artista, y le intentará inculcar “sus” nociones de pintura. El niño ni caso hace, lo mismo le sucede a su maestra de Viña del Mar. Con una clara noción de que “artista se nace y no se hace”, el chiquilín va a haciendo su propio progreso. Aquí, la lección de pintura propiamente dicha no sirve para nada. Sus gustos y su método no varían, no son moldeables en lo más mínimo. 

El pintor mete la cola continuamente. Los conceptos de sus personajes dialogan -y discuten- entre sí. Los neoclásicos y los impresionistas se enfrentan y siguen siendo  irreconciliables. También hay una tristeza o una melancolía ante aquello que el artista no puede cambiar: su propio destino. Va a ser pintor y no hay nada que pueda hacerse. En palabras del autor se paga por “el privilegio y la suerte de crear” con “la soledad del afortunado”.

Una suerte que pude releer este libro editado por primera vez en 1979. Relectura que intuyo se va a repetir porque en pocas páginas hay muchas cosas para prestar atención.

La lección de pintura
Adolfo Couve (1940-1998)
Planeta