28 julio 2020

El entenado, de Juan José Saer


“Recuerdos y sueños son hechos por la misma materia”



El entenado es un largo y compacto monólogo, sin un solo diálogo. Escrito de manera soberbia, casi exuberante, describe un universo nuevo e infinito para el hombre de su época: la América de inicios del siglo XVI. Un joven grumete llega en una de las primeras embarcaciones al Río de la Plata, sube por el litoral argentino y es tomado rehén por los indios. Es el único que se salva, el resto de sus compañeros es aniquilado. Un detalle importante: la tribu son los colastiné, indias que se caracterizaban por hacer un ritual caníbal que repetían todos los años. Esto es un espeluznante asado humano, acompañado de alcohol y excesos de todo tipo.
Durante 10 años el extranjero va a estar con ellos, los hombres “de cuerpo oscuro y lustroso”. La descripción de este Nuevo Mundo es un deleite, Saer nos muestra cómo era nuestro continente en esa época. La lectura es tan sinuosa como los caminos de los indios, las frases son tan largas que uno no se acuerda cómo empezaban. Muchas comas, algún punto y coma y un devenir de ideas que maravilla. Como si hubiera tantas cosas que contar en una sola frase, como si autor se negase a dejar afuera algo de todo lo que está viendo y su protagonista viviendo. Es la primera vez que leo a Juan José Saer y no logro saber por qué tardé tanto (más aún cuando este es un libro que rescaté de la casa de mis padres de la década del ’80 del siglo pasado. Me río de mi eufemismo: “rescatar”).



“Lo desconocido es una abstracción; lo conocido, un desierto; pero lo conocido a medias, lo vislumbrado, es el lugar perfecto para hacer ondular deseo y alucinación” escribe Saer. Y eso es América para los colonizadores: la aventura, lo desconocido, un viaje donde todo puede pasar.

El monólogo repite insistentemente que quien “rasga la pluma contra el papel” ya es mayor, tiene 60 años, y no puede sacar de su cabeza todas esas imágenes y recuerdos. En algún lugar de Andalucía -casas blancas mirando al Mediterráneo- el viejo escribe todo aquello que vivió. Y cuando ya sabemos qué pasó en América y su deambular de cuando volvió a Europa, nuestro monologuista arremete con una profundidad vibrante y nos analiza el mundo de los indios, su cosmogonía, la muerte, sus valores, sus creencias y el por qué de tantas cosas: sabemos por qué no se ríen, por qué son tan pulcros, tan sencillos. La necesidad de sentirse verdaderos a través del canibalismo y la presencia constante de su propia aniquilación Su lugar en el mundo, en ese mundo tan desconocido por los otros. Y allí radica el dolor del viejo, no quiere que siga siendo desconocido. La gente de Europa no tiene idea de la idiosincrasia de esos indios que están matando. A los pocos años de volver, el protagonista (del que nunca sabremos su nombre) ya sabe con certeza que de ese mundo nada queda. Los colonizadores nunca pudieron diferenciar los distintos tipos de indios que había en América. Algunos discutían si aquellos indios eran cristianos, aunque la gran mayoría de los europeos discutía si eran hombres. Y más de cuatro siglos después, seguimos sin saber mucho. Nada quedó de esa cultura, fue borrada con plomo primero y desinterés después. Saer juega con la barbarie de los que vivían en América y la de los que vinieron a conquistarlos.
Y ahí es donde el viejo se da cuenta de que su destino es preservar esa cultura que reposa en su memoria, ese testigo deja su propio recuerdo plasmado. Aunque es un libro escrito en 1983, su escritura tiene una clara pretensión de universalidad que trasciende cualquier época. Un texto sin tiempo.

Perplejo quedé al terminar el libro. Y lleno también. La humanidad entera, el viejo en esa habitación blanca y las palabras todas encajan de una manera perfecta. El sentido de esa vida que nos narra Saer se cumple al final del texto. El entenado, un imprescindible.

El entenado
Juan José Saer (1937-2005)
Alianza Literatura