17 abril 2013

Michael Chabon. El placer de la novela. Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay



Hacía tiempo que no me le animaba a un bodoque de 600 páginas. Y es porque hace tiempo que estoy más cerca de la síntesis de la poesía que de la sintaxis de la novela.
Tengo también que aceptar que daba un poco de miedo encarar tantas páginas y –me cuesta un poco reconocerlo- me angustiaba la sensación de que podía estar perdiendo el tiempo con un libro tan largo. Pero me lo regaló un amigo, un amigo con mucho criterio, y me lancé a leerlo. Por suerte.
El primer y gran punto a favor es el tema: los comics y su época dorada. Si bien lo mío no son los comics de la década del 40 ó 50, siempre me gustaron las viñetas, sus tendencias de estilo, su forma de narrar, la libertad a la hora de expresarse y demás. Pero eso es una excusa nomás, porque es lo que recubre el tema; este no es un libro de comics. Es un libro de gente que los hace, dibujante y guionista que logran el sueño americano de triunfar de la nada y en muy poco tiempo. Lo interesante es que acá también se narran aquellos momentos en que la fama y el dinero se acabaron. La decadencia, aquella decepción.
Otro punto a favor es la intención constante de recalcar que todo lo que les pasó a estos dos jóvenes (chavales, al uso de Mondadori) que inventaron un superhéroe que comenzó como historieta, que de ahí pasó a la radio y luego a un sinfín de productos de merchandising y hasta alimentos es una historia real; que El escapista (tal el nombre del superhéroe) fue un furor en USA a la par de Batman, Superman y tantos otros; que nuestros protagonistas se cruzaban con Orson Wells a jugar a las cartas y hasta le salvaron la vida a Salvador Dalí en una especie de performance que el catalán hizo con una escafandra y una bomba de aire en el Village de New York. Todo fue real. Stan Lee era un empleado de uno de ellos y Jack Kirby también andaba por ahí. La ambientación está muy buena de la mano de los “pie de página” que datan falsedades. Como tantas obras americanas que se manejan en el correr de los años, el libro va contando la historia del país a la par que nos relata estas asombrosas aventuras.

También hay que decir que sufre el síndrome de novela de 600 páginas: a la mitad cae un poco. En este caso, Michael Chabon logra sobreponerse y encauza el contenido, aunque al final se pone más bien sosote. De todas maneras, toda la primera parte vale la pena. Está muy bien. El ritmo, los personajes, la historia, los tabúes: un buen scanner de aquella América pre, durante y post Segunda Guerra Mundial.
Las aventuras de Kavalier -el dibujante- son casi como la de un superhéroe: se escapa de manera increíble de la Checoslovaquia nazi junto al Golem (ahí hubo que releer a Borges), sobrevive en el Polo Sur y desaparece sin dejar rastros aunque vive a metros de todos (otra vez como Batman, Superman y casi todos). Entre el creador y el héroe se confunden las cosas y el que lo sufre es el creador, aunque cuando Kavalier intenta reinsertarse en la sociedad, la época dorada del comic se acabó y El escapista sale de circulación. Hay que reinventarse. Kavalier sale a la luz y los comics se hacen más oscuros. Una nueva época para todos.
El libro es bueno, ganó un Pulitzer y todo. Puede ser un poco largo pero está muy bien. Chabon es de esos contemporáneos que son reconocidos en vida y, si bien no siempre quiere decir gran cosa, en este caso el esfuerzo se recompensa.

Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay
Michael Chabon (1963)
Mondadori