01 octubre 2017

León Trotsky. Literatura y revolución


No era un buen momento para pensar en el arte del proletariado. La pobreza, el hambre, la muerte y la Historia con mayúsculas no permitían que se piense en ello. El año era 1924, los primeros de la Revolución Rusa. Fue una pesadilla para el pueblo, que tuvo que soportar en carne propia la Primera Guerra Mundial, la Revolución, los primeros años de desconcierto y anarquía y una seguidilla de sequías y malas cosechas. ¿Quién iba a pensar en el arte? Según Trotsky, “entre nuestra pobreza económica y cultural de hoy y el momento en que el arte se funda con la vida, desaparecerá más de una generación”.

Pero estos años únicos en la historia de Rusia fueron épocas de profundas contradicciones. Paulo Leminski, autor de una deliciosa biografía de Trotsky señala: “Artísticamente, la década del 20 en Rusia fue la Edad de Oro del arte soviético. Jamás se vio tamaña explosión de talento creador. Para ilustrarlo, bastan los nombres de Eisenstein, Dziga-Vértov y Pudovkin, en el cine, Stanislavsky y Meyerhold en el teatro, Maiakovsky, Jlébnikov y Yesenin, en la poesía, Isaac Babel y Boris Pilniak, en la ficción, Kandinsky, Malévich, Chagall, Lariónov, Tatlin, El Lissitzky, en las artes visuales. Casi todos apoyaron, a su modo, la implantación del comunismo y el nacimiento de una nueva sociedad. Pero muchos serían también víctimas del brutal oscurantismo de la era estalinista.”  (http://fernandolojo.blogspot.com.ar/2016/07/paulo-leminski-vidas-amor-por-la-palabra.html)

En este compilado de textos, Trotsky escribe con una lucidez brillante y aclara que las grandes corrientes artísticas que marcaron el inicio del socialismo no estaban ligadas al proletariado. Que llevaban las huellas evidentes del mundo pequeño burgués donde habían nacido. Y no sólo en literatura; también en pintura, en cine y teatro. Ninguna de estas corrientes nació con el socialismo. De hecho, una vez que el régimen se acomoda económicamente, y comienza el tiempo de fijarse en otros menesteres como el arte, el Partido se hace cargo de una definición fundamental: qué es arte y qué no es arte. Qué artista es útil a las necesidades del pueblo y cuál no. Desde el punto de vista del proceso histórico objetivo, el arte es siempre un servidor social, históricamente utilitario. Educa al individuo, al grupo social, a la clase, a la nación.

Según Trotsky, las formas nuevas deben encontrar por sí mismas una vía de penetración a la conciencia de los elementos avanzados de la clase obrera, en la medida de que éstos se desarrollen culturalmente. Las masas todavía carecían de cultura y de formación estética, y sólo la conseguirían muy lentamente. Con el correr de los años, esto se convirtió en otra utopía, casi como la de la “dictadura del proletariado”. Íntimamente Trotsky desdeñaba del campesinado (el sufrido mujik), pero sí creía en el obrero de las ciudades. Aunque sabía que el arte revolucionario no iba a ser creado sólo por los obreros. Había que dejar atrás la influencia de las tendencias nacidas en otros países, en otras realidades sociopolíticas.

Al final del libro, luego de una diatriba contra todo lo establecido, contra las corrientes foráneas y las opciones de la propia Rusia, Trotsky define por fin la relación entre el todopoderoso Partido y el arte. Y es tajante: si el arte no está al servicio del socialismo, no puede sobrevivir. ¿Y quién decide sobre la vida y la muerte del arte (y los artistas)? El Partido. La vehemencia de Trotsky se lee en todos sus escritos, se siente poseedor de la verdad. En su momento no le tembló el pulso cuando mandó a matar a aquellos que no estaban a favor de la Revolución. Pero nunca se imaginó estar del otro lado del mostrador. Perder poder, ser expulsado del Partido, luego de Rusia, vagar sin rumbo por Europa y ser asesinado por Stalin en la otra punta del planeta. Todo vuelve León.

El libro es muy interesante. Dejando de lado un sinfín de nombres propios, Trotsky maneja una verba muy lúcida teniendo en cuenta que escribe sobre temas muy recientes. De hecho, muchos de estos conceptos se mantienen hoy en día, casi un siglo después. Y eso es otro de los valores de este gran texto.

Literatura y Revolución
León Trotsky (1877-1940)
Editorial Dunken