13 diciembre 2015

La confesión, de César Aira


Tengo que aceptar que César Aira me perturba un poco. Me cuesta. Leer sus textos, sus novelas cortas, me obliga a un ejercicio, a pensar qué es lo que me quiere transmitir. Termino el libro y me veo un poco obligado a preguntar(me) por el sentido, la idea final. Y la relectura, casi obligada, se agradece; porque ahí es donde uno más valora a Aira. Entiende que es una cuestión de estilo. A primera vista parece sencillo y afable, y luego se ve la manera de manejar los hilos de la historia.

Eso me pasó con La confesión. Tal como está planteado al inicio es una historia bien argentina: una reunió familiar, casi multitudinaria, por la cantidad de gente que conforma el clan Orlov. Todos los años se juntan a recibir el dinero que les corresponde por los campos y hectáreas que tienen. El camino que transita es el de la descripción minuciosa de las distintas gentes que conforman esa familia. Los detalles van definiendo sus personajes, todos encerrados en un gran living, de todas las edades, los estratos sociales. Rubitos y negritos, ricos y pobres (¡hay peronistas y todo!).

El personaje central, un conde aristocrático venido a menos, que tiene la virtud de no saber lo que es trabajar, lleva el relato. Se siente observado y se sabe farsante; en realidad todos lo saben. Pero hay un secreto, que de a poco, va ganando terreno en el relato hasta volverse lo último y más importante. Y después, de a poco, casi sin darnos cuentas estamos leyendo otra cosa; aunque siempre en el mismo living y con los mismos personajes. No sabemos bien cómo llegamos ahí. Avanza un poco más y otra vez estamos en otro lado, aunque no nos movimos del mismo escenario, ni cambiaron los actores. Así que cuando termina el libro, de manera abrupta, tampoco tenemos del todo claro que lo que creemos que nos quiso decir es lo que nos dijo.  El sentido, lo repito.

Es cierto que hay un pequeño mundo que adora a Aira. Séquitos orgullosos que recorren el mundo enalteciendo la figura del maestre. Otros creen que se limita al saber que maneja al dedillo la prosa, y que juega tanto con el texto para demostrarlo que deja de lado la voluntad de ser un buen escritor. A mí me gusta. La confesión es corto, intenso y muy bien escrito. Con eso me alcanza.

La confesión
César Aira (1949)
Beatriz Viterbo Editora

26 noviembre 2015

Rubem Fonseca. Aventuras y algo más.



La fórmula de Rubem Fonseca es particular y efectiva. El libro se lee como una de esas viejas historias policiales (o thrillers, según la época), donde a cada rato pasa algo nuevo que atrapa y no da descanso a quien lo lee. Pero lo que puede diferenciar a este brasileño -que es difícil de encontrar en Argentina- con el resto de su género, es esa pizca o pátina detallista y profunda que baña toda la historia.

El protagonista es un cineasta, un tanto lumpen, que supo hacer todo tipo de géneros: documentales, históricas, de acción, etc. Aunque lo que más le gusta es hacer adaptaciones de escritores de renombre y sufre el mismo problema que casi todos  los cineastas del mundo: la falta de fondos para poder hacer su trabajo. Como la gran mayoría también, a veces esa búsqueda de dinero se transforma en su obsesión. La profesión del protagonista le permite a Fonseca bucear por el mundo del cine y de la literatura. Por eso menciona a los clásicos del inicio del cine mudo, las técnicas que fueron sumando libertad a la hora de narrar una historia y un sinfín de escritores ideales que pueden ser adaptados para la pantalla grande: Sófocles, Shakespeare,  Artaud, Dostoievski, Maupassant, Conrad o Isaak Bábel, un ruso judío que cayó en desgracia durante el régimen comunista, asesinado por la purga de Stalin, cuya última obra se pensaba que había sido destruida. O eso era lo que todos creían. A partir de este detalle, la trama se dispara hacia otro lado.
Todo esto sumado a las grandes capacidades amatorias del cineasta, así definido por él mismo, sin ánimo de petulancia y dando muestras de ello a lo largo de las páginas y las relaciones amorosas que desfilan mientras escapa de traficantes de diamantes o de la policía soviética en tiempos de la Perestroika. También podemos agregar que escapa de ellos porque los traiciona y les roba. Acá no hay equivocaciones o malos entendidos, nuestro cineasta no es honesto y lo sabe. Pero hace lo que puede.

Gran libro. Y eso que no es de los mejores o más premiados del autor, muy prolífico por cierto. La lista de los mejores parece que empieza con El caso Morel, y sigue con tantos otros más como El gran arte, Buffo y Spallanzani o Agosto. Es fenomenal que se reediten autores brasileños de esta talla a nuestro idioma. Eso  nos muestra que hay mucho más por conocer; y nosotros, agradecidos.

Vastas emociones y pensamientos imperfectos
Rubem Fonseca (1925)
Tajamar Editores

06 noviembre 2015

Diego Parés con el Sr. y la Sra. Rispo: ¡¡una exageración genial!!


Diego Parés está instalado en el mundo de la historieta argentina hace rato. Más de 20 años y una cantidad ilimitada de publicaciones lo avalan. Desde la revista Fierro hasta el diario La Nación o las publicaciones de Télam, sus creaciones pueden ser de aventuras, infantiles o con un fuerte tinte político. Desde un dulce y naif petiso (muy efectivo por cierto) hasta un Sr Rispo con un pene gigante que cruza toda la viñeta.

Como su propio blog cuenta, “esta historieta se define como una historia larga. Algunas de las partes del libro fueron publicadas por las revistas Barcelona, Fierro, Lule le Lele y por el blog Historietas reales. Estas partes, que suman el 40% del libro, están ensambladas dentro de la historia principal; no funcionan como episodios sino que son parte del total. El resto del libro es inédito. O sea que en vez de ser uno de esos libros como Mafalda o El Eternauta, donde es una recopilación 100%, es un libro 40% recopilación y 60% inédito". Dato no menor.



El Sr. y la Sra. Rispo llevan la exageración como una clara marca que los identifica, a eso hay que agregarle todo lo políticamente incorrecto que se puede ser y un sinfín de gags y situaciones divertidas. Los otros condimentos son: muchas muertes, violencia indiscriminada, la mentira, vejaciones, a los gritos. Eso más penes, tetas y culos. Y todo tan exagerado como se pueda ser. Más de una vez, uno mientras lee está midiendo la audacia del autor. No sabes cuál puede ser el límite, la destrucción del mundo mismo puede estar entre sus planes.

Es muy bueno. Es entretenido, escatológico e inteligente. El formato del libro, remitiendo a otras épocas y el término “Correrías” dejan en claro que todo lo que se dice tiene un porqué. Mucho mensaje encubierto: en el dibujo de la tapa vemos un púlpito -en el cual- como si fuese un Victor Hugo de esta época, el personaje grita “Yo acuso” con el dedo gigante y enfurecido. Es muy completa, con distintos detalles y buenas ideas.



Correrías del Sr. y la Sra. Ristro
Diego Parés (1970)
Llantodemudo Ediciones

26 octubre 2015

Ventanas y otros relatos, de Stephen Dixon. Original desde donde se lo lea.

Estados Unidos es una máquina de generar cuentistas. Los cuentos pueden ser el género que mejor encaja con ellos; los define muy bien y es el que más prestigio les da. Dentro y fuera del país. Es difícil estar al día con todos los que hay, ya que son muchísimos. Y no son tantos los que se traducen.
Stephen Dixon ya tiene dos compilados en castellano. Si bien publicó en su lengua original unos treinta libros, acá llegaron dos selecciones hechas por Eterna Cadencia, siempre de la mano de Eduardo Berti (aunque en la primera, llamada Calles y otros relatos, el prólogo lo hizo Rodrigo Fresán). En esta edición, Berti agregó también un prólogo muy interesante para entender el contexto y las características del autor.

Dixon es bien norteamericano en su forma de escribir: sencillo, directo, casi con economía de palabras. “Sin embellecer la prosa” como él mismo dice. En lo personal, a mí ese estilo de escritura me cuesta un poco. Me sabe a deslucido, a pobre. Igual, con el correr de los años comencé a encariñarme más, a buscarle el gusto a la ironía, a ese ascetismo que parece venirle de los cuáqueros. En lo temático, Dixon es también un claro ejemplo de “lo americano”: separaciones, frustraciones, miedo a la muerte, complejos; lleno de perdedores con problemas con la bebida, gente que no se encuentra en una sociedad que quiere mostrar que tiene todo solucionado y que no tiene lugar para los que están al margen. Y siempre con una dosis de humor o ironía, que sobrelleva el relato.

Pero creo que el plus de Dixon es su originalidad desde lo formal. A veces se sale de lo estipulado, de la norma en cuanto a la narración y te sorprende de manera muy gratificante. Desde un lugar que uno no espera. Demostrando que no todo está inventado, que se puede llegar a nuevos lugares de manera distinta. Y en este libro hay dos o tres relatos que cumplen con esa consigna.

Imaginación y originalidad pueden resumir este compilado de relatos que es muy bienvenido por todos aquellos que buscamos algo nuevo cuando hurgamos en las librerías.

Ventanas y otros relatos
Stephen Dixon (1936)
Eterna Cadencia

02 octubre 2015

El fantasma de Rimbaud. El diablo en el cuerpo, de Raymond Radiguet


Hay veces que el artista trasciende más que su propia obra. O casi. Raymond Radiguet vivió tan sólo 20 años (1903-1923), publicó un sólo libro en vida (éste del que estamos hablando) y murió luego de  una existencia libre y disipada. Despilfarrada casi. Y la comparación con Arthur Rimbaud lo enaltece todo. Se va del colegio a los 15, vive la bohemia francesa de post guerra y enamora a la crítica y al mundillo del arte. Muy a lo Rimbaud, su Verlaine también es conocido: el polifacético Jean Cocteau sucumbe a sus pies.

Esta novela fue escrita a sus 17 años y fue un éxito inmediato que generó también un gran escándalo. Ya en esa época hablaban de él como el nuevo Rimbaud (el marketing es mucho más antiguo de lo que pensamos). El tifus se lo lleva demasiado pronto y la comparación con el enfant terrible se agiganta más y así su fama. Publican su segunda novela y unos poemas post mortem, y poco a poco su estela se fue apagando. Es una suerte que haya editores que nos permitan disfrutar de estos libros que hace unos años eran inhallables.

En el texto, la ligazón con Rimbaud es más apreciable en su desfachatez, en esa pedantería que tienen los de esa edad y los pequeños genios. Radiguet, como Rimbaud, se lleva todo por delante. La obra, aparte, es muy autobiográfica y parte del escándalo fue porque un niñato de 15 años vive cosas que, supuestamente, vive gente “adulta”. La trama se centra en una historia de amor prohibida, tormentosa, turbulenta y trágica. Mientras el marido soldado está en el frente (transcurre durante la primera guerra mundial), el adolescente se enamora de la mujer casada y ambos se muestran felices y exultantes por la campiña francesa. Buscando el límite y la reprobación del orden establecido, los dos tortolitos viven el amor al extremo. Se lee y se goza, y eso es lo bueno. Y se goza con el goce del protagonista/autor, que es mejor aún.

Raymond Radriguet, para leer y conocer.


El diablo en el cuerpo
Raymond Radiguet (1903-1923)
Tajamar Editores

13 septiembre 2015

Todo sobre el arte argentino, de Mercedes Ezquiaga



Estamos ante un libro donde el título es más que explícito: Todo lo que necesitás saber sobre arte argentino.

Es un intento de neto corte periodístico y con espíritu docente, Mercedes Ezquiaga aborda y explica el arte de manera muy clara y para todos los públicos, con sus grandes y evidentes cambios que sufrió en los últimos años: desde el 2001 hasta el 2014. Porque la crisis que hubo en Argentina en el 2001 generó gran cantidad de nuevas expresiones; el sismo social tuvo sus consecuencias y a partir de ahí nacieron nuevas y desafiantes maneras de comunicarse.

El libro recorre múltiples aspectos y cuestiones del arte: desde las masivas convocatorias y el nuevo lugar que tienen los museos y demás centros culturales hasta la explicación del nuevo rol del espectador o el curador. Las ferias, bienales y expresiones como el arte callejero, perfomances, instalaciones, site-specifics.
El único déficit que tiene explicar TODO, como dice su título, es que pierde profundidad en algunos puntos que podrían ser más extenso y exhaustivos. Hay que explicarlo, el libro forma parte de una colección que explica todo lo que uno necesita saber sobre distintos ítems: ciencia, economía, cambio climático, terrorismo y otros más.

El libro está pensado para el nuevo mercado que tiene el arte: los jóvenes. Utiliza un lenguaje desestructurado y lo más alejado posible de las formalidades. La idea es clara: el arte ya no es para pocos y todos tienen acceso.


Interesante y valedero el intento de agrupar tanta información de todo lo que pasó en estos últimos años en el arte. Muchas variantes y vertientes. Y en un momento de cambios en lo social, en los mercados, los valores, y con la irrupción de nuevos paradigmas. 
Vale la pena, para que aquellos que sabemos algo de arte y, mucho más aún, para aquellos que están empezando a bucear en el hermoso mundo del arte.


Mercedes Ezquiaga (1978)
Todo lo que necesitás saber sobre arte argentino
Paidos

23 agosto 2015

Un sudaca en la Corte, de Daniel Moyano

Lo bueno de tener amigos que saben de literatura es que te brindan la oportunidad de conocer autores importantes que uno no registra. Caminando con los que saben se puede tener ese plus, ese extra que se agradece. Y así fue que conocí a Daniel Moyano y de ahí al compilado de cuentos inéditos que tenía en mis manos. No había posibilidad de error. Lo que me recomienda mi amigo no suele fallar, y no falló.

Daniel Moyano escribe con sencillez, profundidad y un toque mágico que todo lo envuelve. Hombre del interior y del exterior, sus escenarios pueden ser tanto La Rioja, Córdoba como un palacio español. Su etapa provinciana hasta se confunde con su exilio en España. La personalidad se antepone a sus épocas, porque Moyano es de esos autores que escribe y describe el lugar donde vive. Si es en un pueblo perdido, lo define y machaca con descripciones y detalles muy particulares, si vive en Europa te muestra y demuestra las circunstancias en las que vive un exiliado. De ahí su cuento más largo del libro: Un sudaca en la Corte. Un periodista tercermundista le estrecha la mano al rey de España; con eso el autor arma una hermoso relato con tufillo a realidad de época: porque en 1988 le entregaron el Premio Cervantes al mexicano Carlos Fuentes, y Moyano fue invitado al Palacio Oriente a la ceremonia presidida por el rey. El autor concluye este texto cuando la muerte lo sorprende en 1992.

A mi gusto, su cuento corto llamado Follía se lleva los palmares. Música, recuerdos y reflexiones profundas se entrelazan con una belleza inusitada. Si pueden leerlo con la sonata del mismo nombre (versión Corelli) de fondo, mucho mejor.

Es un compendio de cuentos muy heterogéneo, donde se nota la calidad de un escritor personal, que propuso un estilo propio. Muy de fin de siglo. Daniel Moyano es de esos tantos escritores que dio la Argentina que casi no conocieron el éxito, aunque de a poco hay gente que se encarga de sacarlos del agujero del olvido.


Un sudaca en la Corte
Daniel Moyano (1930-1992)
Caballo Negro Editora

11 agosto 2015

Los años psicodélicos de Marta Minujín. El legado ácido del pop.

Hubo un tiempo que fue hermoso. Allá por los últimos años de la década del ’60, donde la experimentación se tomaba como forma de vida y las drogas eran las compañeras del camino a recorrer.

En ese contexto, Marta Minujín, que ya era una celebrity dentro del mundo artístico, dejó todo y se dedicó a ser hippie. Dicho de un modo más claro: se dedicó a tomar ácido lisérgico todos los días. Dos años duró esa etapa donde ella sólo hizo un par de dibujos psicodélicas (definidos por la propia Minujín como de “escaso valor estético”) y una especie de diario llamado “Lo inadvertido”. Eran una hojas muy precarias, hechas de manera manual, junto con algunos personajes que luego harían historia: Luis Alberto Spinetta, Skay Beilinson y su hermano Daniel, Miguel Abuelo, Tanguito y otros.

El libro cuenta con entrevistas muy interesantes hechas por Fernando García, periodista especializado en un término tan inabarcable como la cultura. Allí Minujín cuenta que estaba en New York cuando explotó el movimiento hippie, con anécdotas junto a Timoty Leary, Allen Ginsberg o Janis Joplin. Hubo muchas fiestas, recitales y rituales. Ella se define como una sacerdotisa con una energía que hacía que la gente quedara fascinada y muchos la seguían en su periplo lisérgico y neoyorquino.
Uno de los puntos altos de la entrevista es cuando ella dice que se arrepiente de haber largado todo por las drogas; ya que hubiese tenido una carrera con más trascendencia internacional aún de la que tiene. Minujín estaba en Estados Unidos, viviendo y exponiendo con gran éxito en ese entonces. Y confiesa que se salvó de milagro, que el LSD es una droga que dejó a mucha gente estropeada, loca o muerta y que la ingesta diaria era un abuso para el cuerpo. Pero todo fue por “tener las puertas de la percepción abiertas”.

Después de New York, volvió a Buenos Aires. Siguió con el ácido, una novedad en aquella época que hizo que la pruebe todo el Instituto Di Tella, hasta Romero Brest! Y allí fue que nace este pequeño diario o revista casi hecho a mano, con copias en offset, que se repartían en la calle y que tuvo sólo ocho números. El libro es un intento de recopilar (en edición facsímil) los pocos números que encontraron de Lo inadvertido. Hojas sueltas que reconstruyen lo más hippie,  lisérgico y underground que hubo en Argentina.


Lo inadvertido fue una publicación que enaltecía las drogas (el LSD y la marihuana), la música, la libertad y la poesía. Hojas llenas de color y juventud, todo muy desorganizado por ser espontáneo, con mucho rock y algo de cultura oriental. La contracultura, casi sin proponérselo.

La investigación de Fernando García y sus notas a pie de página son muy buenas. Allí, uno aprende sobre bandas de la época, autores, drogas legales que servían para “elevarse” y términos que uno creía manejar. Por ejemplo, Naufragar, aquella frase que inmortalizó La balsa significaba en realidad “estirar el día lo más posible dentro de la noche atravesando la ciudad, los bares y los departamentos ‘copados’”.

Texto de Luis Alberto Spinetta

Muy interesante recuperar aquella época a través de una propuesta única e irrepetible. Un documento para guardar.



Los años psicodélicos
Marta Minujín y Fernando García (investigación y entrevistas)
Mansalva

23 julio 2015

Raúl González Tuñón. Final del recorrido


Es el primer libro que leo de Raúl González Tuñón y es uno de los últimos que él escribió (las biografías no siempre se ponen de acuerdo). Cuando lo encontré, vi que era una linda edición y me decidí. Llegué a pensar que era tarde para leerlo, que no era el momento. Pero por suerte no me hice caso y me dejé llevar.

Los últimos libros de algunos autores pueden ser más relajados. Menos exhaustivos en fórmulas y estereotipos, y más librados y liberados al viento caprichoso. Como algo suelto y final, así fluye este libro. Sin tanta tensión ni pretensión. Por un camino lento, pensado y con ritmo propio. Propio del final del camino. Inimputable y bello. Lírico.
Los versos son enunciados con mucha sencillez. Escritos por alguien que se sabe un poco más allá de toda crítica. Cómodo con el trayecto ya hecho.

Lejos está en este libro la vieja batalla FloridaBoedo (o la inquietud formal contra la inquietud social); lejos también están aquellos versos, tan sentidos de las épocas de la Guerra Civil Española (que suele escribirse así, con mayúsculas). Con la rosa como emblema, y el sufrimiento o la muerte como valor. En este libro, González Tuñón habla del hombre más profundo, casi como un sabio. Vuelvo a la idea del final de ruta. Hay belleza; o al menos yo la encuentro. Y eso me basta.

Es interesante también la entrevista que inicia el libro, hecha por el primer editor del libro a fines de la década del 60. Allí González Tuñón se define como martinfierrista de alma. Aunque en estos mismos versos, la inquietud social como él declama, aparece con clara presencia.

Lindo libro. Pequeño y contundente. Un gran encuentro con la poesía argentina. Si lo ven, no lo duden.

El rumbo de las islas perdidas
Raúl González Tuñón (1905-1974)
Editorial Descierto

27 junio 2015

La pipa de Magritte y el análisis de Foucault

A partir de la representación de una pipa en el aire y una frase que niega al dibujo, René Magritte pone entre las cuerdas la relación entre la imagen y el texto, entre lo enunciado y lo representado, entre el significado y el significante, o como lo titularía Foucault unos años más tarde entre Las palabras y las cosas.
El arte siempre fue una fuente de inspiración y material de análisis para Michel Foucault. Y la obra de un surrealista como Magritte es una tentación para uno de los intelectuales más poderosos que tuvo el siglo pasado.
Todo nace con la obra de Magritte intitulada: La traición de las imágenes. Una obra emblemática, que centra sus intenciones en la relación y el conflicto entre las apariencias y el significado. La semejanza representativa que le dicen.
El ensayo es corto, complejo de leer pero revelador. Porque Foucault no se deja llevar por lo evidente: escribir la palabra pipa no es lo mismo que una pipa, o pintar una pipa no es una pipa. No.
Para comenzar, se basa en la primera versión y una de las menos conocidas:


Ninguna de las tres pipas (la grande que flota, la pequeña encerrada en el cuadro o la palabra escrita) que se ven en este cuadro son una pipa. Obvio.
Pero Foucault coloca al caligrama como base de su análisis. Un caligrama es un poema o una frase que va formando la figura de lo que las palabras dicen o expresan. “De este modo, el caligrama intenta borrar lúdicamente las más antiguas oposiciones de nuestra civilización alfabética: mostrar y nombrar, mirar y leer”. A partir de ese momento, el filósofo anda por laberintos propios y ajenos para pervertir e inquietar las relaciones tradicionales entre el lenguaje y la imagen. La tentación que antes hablaba acá se hace visible. Es el escenario ideal para aquellos que saben usar las palabras, que buscan contenido, que analizan lo establecido. Porque Magritte busca lo mismo que Foucault: poner en duda la certeza. Por eso, entre otras genialidades, pasaron a la historia.

El ensayo luego se hace cargo de analizar muchos otros cuadros de Magritte y Foucault nos muestra la continuidad conceptual del pintor. La pipa no era una excepción en la carrera del hombre de los bombines. El recorrido que hace por más de 15 obras encontrando es agradable y sencillo de entender. Revelador.
Paul Klee y Vassily Kandinsky son de la partida también. Ellos son los que primero rompen: Paul Klee une formas reconocibles con elementos de escrituras, figuras y signos que encuentran otros sentidos. Y Kandinsky borra la semejanza y la representación, ya que para Vassily los colores y las líneas eran cosas: el objeto iglesia, el objeto puente o el hombre-caballo con su arco. Son diferentes pero se complementan.



Cierran el libro las cartas que el propio Magritte le envió a Foucault y una buena cantidad de obras en color del artista. Fundamentales para poder seguir el sinuoso camino que nos impone el filósofo. Un camino que cuesta un poco, pero que nos lleva allí donde pocos llegan: al conocimiento.






Esto no es una pipa. Ensayo sobre Magritte
Michel Foucault (1926-1984)
Eterna Cadencia

08 junio 2015

Gustavo Álvarez Núñez revive epifanías propias y ajenas.


Gustavo Álvarez Núñez siempre se movió entre libros, música y periodismo. Y aquí, juega con estos tres ámbitos y salta de uno a otro sin problemas.

Todo nace con frases reales de grandes y muy diferentes personalidades de la cultura de estos últimos tiempos: Clarice Lispector, Mondrian, Duchamp, Miles Davis, Keith Richards, Marvin Gaye, Lucio Mansilla o José Hernández entre tantos otros. A partir de esas palabras iniciales, citas epifánicas que pueden significar un antes y un después, Álvarez Núñez se embarca en pensamientos, voces interiores y hasta refunfuños o reproches que van llevando el hilo argumental. Son esos momentos que pueden pasar como cotidianos pero también, pueden marcar un rumbo nuevo y diferente en la vida de las personas.

Todo es una gran excusa para poder contar pequeñas historias, que por momentos parecen basarse en situaciones biográficas de aquellos a quien cita para  luego traspasar lo real y acomodarse en la propia historia del autor. Uno de los logros es llegar, por momentos, a la empatía pura. Sentirse reflejado sin espejo. Porque las historias van de lo particular a lo general, de lo ajeno a lo propio, de lo genérico a lo circunstancial, del amor al odio, de la frustración a la admiración. Y así, con esa repetición que tiene la búsqueda de explicaciones. El ritmo es íntimo y cadencioso, con profundidad en los términos y un ensimismamiento que atrapa.

Las citas del inicio nos muestran a un escritor lector, con indicios concretos de las lecturas que tiene Álvarez Núñez. Lecturas que reutiliza para volver a ser escritor y comenzar cada narración. A veces hay intenciones biográficas y otras, quizás las mejores, ni se preocupa por seguir las líneas del inicio, y el texto sigue un camino propio. Reflexiones que pueden ser de grandes genios o de insignificantes y grises personajes. La empatía de la que hablaba.

Dos pequeños comentarios finales. Este es de esos libros que sirve para ampliar nuestro espectro intelectual: aquí se habla de gente -artistas, músicos o escritores- y a algunos de ellos no conocemos y nos puede servir para nuevas incursiones. Si GAN (Gustavo Álvarez Núñez) propone, es buena idea indagar en ellos.
Lo último es su texto final. Distinto a los demás en forma y estilo. Una broma que trajo en su momento un ruido con Armando Enhiesta como partícipe involuntario. Hasta aquí voy a llegar porque ya saben que las bromas, si se explican pierden la gracia.

Gran libro. Con mucha intención y una búsqueda lograda.

Vidas epifánicas
Gustavo Álvarez Núñez (1968)
Mansalva

16 mayo 2015

Mishima y sus Caballos desbocados. Un puente de la antigüedad a la modernidad.



La sociedad japonesa de comienzos del siglo xx sufrió una rápida transformación que otras culturas vivieron de manera mucho más paulatina. En sólo unos años, Japón pasó de lo tradicional a lo moderno, de lo (casi) medieval a la burguesía de origen occidental, con toda la decadencia espiritual y moral que ello representó.
Yukio Mishima es el autor de una tetralogía que revisa esa transición a través de la ficción. Desde los comienzos del siglo XX a los años ’70, narra la historia de un juez a lo largo de su vida. Caballos desbocados, el segundo de los cuatro, arranca en 1932 y llega hasta un poco antes de la Segunda Guerra. Cuenta la historia de un complot para eliminar a las figuras políticas y los grandes terratenientes que un grupo de jóvenes (casi adolescentes) lleva adelante con la figura del Emperador como el ideal que buscan resguardar.

Mishima fue un actor fundamental de la cultura japonesa luego de la Segunda Guerra Mundial. Se vanagloriaba de pertenecer a una familia de samuráis, muy de derecha, amante de los rituales de otras épocas y las asociaciones paramilitares que buscaban dignificar al Emperador y los valores tradicionales. Los mismos que retrata en este libro.

La manera de escribir de Mishima es de una delicadeza que estremece. Describe escenas y lugares que parecen de siglos anteriores. Los pinos con formas de dragones que descansan, la lívida luz del sol naciente que arroja sombras que van rayando el suelo y un espíritu suave, como desmayado, que pesa sobre los colores del aire y suaviza los brillos.
Sus ideas manifiestan repugnancia ante cualquier innovación y la pureza es representada como el bien máximo al que los hombres de barro pueden aspirar. Y el suicidio, casi de manera inevitable, es sinónimo de belleza.

Hay un libro dentro del libro que se llama La liga del viento divino de 1873 que relata otro complot que, de hecho, es el que inspira a los jóvenes del siglo XX. Ese complot termina mal y todos sus participantes se suicidan siguiendo el ritual del seppuku (término que pasó a la historia occidental como el harakiri), tal como lo hizo en la vida real el escritor Mishima, el mismo día que terminó su cuatro y último tomo. Morboso, ¿no?

El libro divide en dos sus temáticas: la primera mitad es mucha más tradicionalista, con mucho ritual, mucho kendo y descripciones de bosques y lugares al aire libre típicos y tradicionales de la cultura japonesa. La segunda parte, se desarrolla en Osaka y Tokio, con situaciones más interpersonales y modernas. Allí se intenta llevar a cabo la sublevación con un trasfondo de burocracia judicial, crímenes, envidia y violencia policial. Algo muy lejano a lo diáfano que se que describe en el inicio. Pero el final, majestuoso y esperable, busca la pureza, la muerte y la purificación.
Gran libro, enorme en su tamaño y su propuesta. Con el tiempo, no me queda otra que seguir con los que me faltan.


Caballos desbocados
Yukio Mishima (1925-1970)
Alianza Editorial

23 marzo 2015

Encontrados en la basura. El Genio de Leónidas Lamborghini


Es tan difícil hablar de poesía. Y más cuando uno sabe tan poco.
Leónidas Lamborghini es la búsqueda de las palabras. Exacto, preciso. A veces breve. Nunca le sobra nada. Pero cuando uno lo lee, se sorprende. Irremediablemente, con admiración.

El libro está dividido en tres partes. La primera se llama Cancionero del pillo y es cotidiano. Con algunos nombres propios.
Me tienta repetir, que es lo más fácil.
Lewis Carroll: “Ver el horror / en lo cómico / y lo cómico / en el horror. / Ese es el juego.
Rembrandt: “El joven es / ya el viejo loco / que paz simula / en el maduro.” Cuando habla de los tres famosos autorretratos del pintor.
Lo social: “En negras bolsas / gente famélica / examinaba los desperdicios. / Manos glotonas / Ese escrutinio / los convocaba: / una salchicha / -hez descompuesta- / fue la elegida”.
Pero me puedo pasar escribiendo el libro entero y no logro mi cometido.

La segunda parte es más sucinta. Quarks se llama. Se limita a recitar sólo un par de palabras por línea, con imágenes más eróticas. Y la repetición que goza con su juego preferido. A veces, hasta se permite ser un poco burdo. ¿Es necesario decir que es genial?

La última parte, Liras del hondón, ya es desparpajo: Quevedo descripto frente al espejo como un bolas tristes, el Minotauro se recuerda animal en un café porteño, Dante, las cucarachas, el Orlando de Woolf  y una enana que se escapó del amor. El final, es puro goce.

Lamborghini escribió este libro a punto de cumplir 80 años. A tres de morirse. Las  últimas frases de esta obra son: “Pretenciones a un lado (sí, con “c”) / sólo esbozos que tendían a extinguirse; / intentos destinados / a la Nada: antes de irse, / asoma mudo sin dejar de reírse.”

Uso tanto sus palabras porque siento que las mías van a ser siempre desatinadas. No me pasa con muchos autores, pero el respeto y más la admiración me están jugando una mala pasada.

Encontrados en la basura
Leónidas Lamborghini (1927-2009)
Paradiso

06 marzo 2015

El pintor de batallas. El oficio de Arturo Pérez-Reverte


Hace unos meses leí una entrevista a Arturo Pérez-Reverte donde relataba el minucioso trabajo de investigación que había hecho para El tango de la guardia vieja, libro que presentó por esos días al mundo. Me sorprendió el método: mandó a su hija a pasear por distintos barrios y lugares característicos de Buenos Aires para que el padre luego los recree en sus páginas al ritmo del 2x4. Es ella también quien colabora en la documentación y aporta todo tipo de detalles que luego Pérez-Reverte deja caer sutilmente en su narración. Me toco vivir también en España el furor de Alatriste y sus aventuras cuando se batían records de taquillas con las películas de Viggo Mortensen, a la par que la saga parecía no terminar jamás. No hay dudas de que el autor supo encontrar un estilo particular y que la gente acompaña de muy buena gana. Pérez-Reverte es un éxito, un boom asegurado.

El pintor de batallas está repleto de detalles. Un fotógrafo de guerra que luego de 20 años de retratar uno de los peores costados del hombre como especie deja todo para pintar el interior de un faro, un gran mural donde intenta describir las guerras de la historia y la historia de sus propias batallas. La narración se desarrolla en el Cabo de Gatas, Almería. Nuevamente la historia se cruza con la mía, ya que supe pasear por esas playas encantadoras del Mediterráneo varias veces.

Todas las guerras del fin de siglo XX pasaron por su lente, toda la muerte y el dolor. Y su propia miseria se asoma con la muerte de su mujer, también fotógrafa, al pisar una mina en la antigua Yugoslavia. Y es en esa guerra que saca una foto entre tantas pero que allí, en el Cabo de Gatas, le va a cambiar la existencia. La ley de la vida y el azar que regula el minuto a minuto de nuestros días es el tema que subyace a lo largo del libro. El efecto mariposa.

Lo minucioso y la investigación es parte del contenido: armas de todo tipo; una enorme paleta con colores como carmín, cadmio o siena; detalles de fotografía como velocidad de obturación, tiempo de exposición, fotogramas por segundos, diafragma. Y un sinfín de obras de arte que hacen referencia a las guerras, las batallas, la muerte y el sufrimiento.

Un fresco que deja traslucir también la idea de que muchas atrocidades se hacen para la cámara y la otra, más tremenda y polémica aunque antigua también: ¿no puede hacer algo el fotógrafo ante tanta desgracia? ¿Qué es más importante: una buena foto o salvar una vida? Pero acá es donde Pérez-Reverte es más débil: en la profundidad. Es muy bueno para relatar aventuras y describir con detalles pero las palabras con peso le son difíciles de encontrar, las frases contundentes no están  logradas. En fin: El pintor de batallas me pareció un libro muy ameno, pero escrito con más técnica y oficio que arte.

El pintor de batallas
Arturo Pérez-Reverte (1951)
Alfaguara

07 febrero 2015

Benjamin y Baudelaire. La delicia de leer lo bueno.

Qué bueno volver a leer a Walter Benjamin. Desde la universidad que no tenía el placer de leerlo, y eso fue hace muchos años, más de veinte. Y lo bueno fue que volví a sentir esa experiencia de mis épocas de estudio: la inteligencia del planteo, la sencillez del análisis, lo detallado de su investigación y, quizás por sobre todas las cosas, la capacidad de sorprenderme que tienen sus textos. Y si a esto le agregamos al autor que analiza, todo se potencia. Benjamin y Baudelaire, Baudelaire y Benjamin.

Walter Benjamin tenía la idea de hacer un libro sobre Charles Baudelaire, pero la muerte lo encontró antes. Mientras huía del nazismo sólo pudo escribir un par de capítulos entre 1938 y 1939. Los compiladores del libro tuvieron el buen tino de juntar todo lo que escribió sobre el autor de Las flores del mal y el acierto de titularlo: El Paris de Baudelaire. Porque Paris, no cabe duda, era la capital del mundo en el siglo XIX. Y Benjamin hace un recorrida tan minucioso por esa época, nos pasea por la cultura de esos años con estandartes de la talla de Balzac, Edgar Allan Poe, Victor Hugo o Marcel Proust y nos presenta a tantos otros que nos obliga a bucear por Internet para poder seguirlo. Lo mismo pasa con la pintura. Baudelaire era un conocedor y un crítico del arte de sus años y Benjamin, hace gala también de un gran conocimiento de los pintores de esa época.
Otro punto que potencia el texto es el análisis bañado de dos teorías pilares del Siglo XX: el marxismo y el psicoanálisis de Freud . Y es que es el momento ideal, el verdadero nacimiento de la modernidad y de una nueva normativa política, económica y social que, aunque Baudelaire y sus contemporáneos no lo sabían, se iba a extender en el tiempo hasta nuestro días.

Es muy interesante cuando Benjamin nos cuenta cómo comenzó el folletín, la literatura por entregas. Los periódicos, que en esa época se vendían por suscripción, necesitaban levantar las ventas. Los titulares catástrofe ya se estaban usando pero no era suficiente, y fueron las novelas que venían en los diarios las que salvaron las papas. Varios autores negociaron cifras millonarias para escribir: Dumas y Lamartine entre tantos. El que mejor la hizo fue Eugène Sue “quien gracias a su éxito con sus Mystèrs de Paris no sólo llevó el número de abonados de El Constitutionnel de 3.600 a 20.000, sino que en 1850, con 130.000 votos de los trabajadores, fue elegido diputado de Paris.” Unir a personalidades famosas de cualquier ámbito con la política no es cosa nueva. Y las continuas críticas de Benjamin hacia el periodismo nos hace sentir que ya está todo inventado: titulares rimbombantes que no dicen nada pero llaman la atención, mezclar noticias con promociones comerciales y muchos chimentos y corrupción.

Crítica negativa: el prólogo exageradamente académico que confunde más que aclarar y el exceso de poemas y textos en francés. Hubiera estado bien agregarles una traducción al pie de página.

La modernidad y la antigüedad. Las lesbianas, las prostitutas, el flaneur. Las ciudades superpobladas donde la gente ya no se conoce y se empuja para avanzar. La multitud destroza al pueblo donde todos se conocían. París y Londres. Un mundo nuevo que se acomoda. Múltiples son los temas que aborda el libro. Y mientras escribo esto sé que lo voy a volver a leer, cuando tenga un tiempo más apacible. Por ahora lo acomodo en la biblioteca, y lo dejo a mano. Cerca mío.

El Paris de Baudelaire
Walter Benjamin (1892-1940)
Eterna Cadencia Editora

07 enero 2015

Baila, baila, baila de Haruki Murakami. No todo puede ser tan bueno.

Me cuesta decirlo, pero el libro me pareció un poco flojo. Si bien es entretenido, fácil de leer y uno se engancha muy rápido, como en casi todos los libros de Haruki Murakami, en un momento la trama se cae y no levanta más.
La temática y los clichés son los mismos que en sus libros buenos: un hombre común con conflictos comunes, tratando de manejar su vacío existencial, mucho comentario musical, alguna prostituta en el medio y ese toque de magia y estado paralelo a nuestra realidad a que nos acostumbra este autor que supo ganarse el respeto de la crítica y el favor de los lectores. Pero acá se le notan “los hilos del relato”, la receta está muy a la vista y los tiempos se le escapan un poco. El final tampoco colabora para nada. Nobleza obliga, conocemos muchos libros buenos de su pluma, y es por eso que uno es un poco más exigente con Haruki que con otros.

Este libro es uno de los primeros del autor, de 1988 y se nota. Es justo antes de explotar a la fama mundial y es la continuación de La caza del carnero salvaje, un libro anterior a este que, para colmo, repite varios personajes importantes.
Nuestro personaje está en crisis, sin rumbo y con un trabajo que no le cuesta ni le hace feliz: redactor feelance. Así que deja todo y se pone a buscar a una chica que un día desapareció de su vida. Vuela a Sapporo y allí arranca todo.
Es un tanto caótica pero con buenos personajes, con esa facilidad impresionante que tiene el autor para meternos en la historia y en esos ambientes mágicos pero con repeticiones que no suman. Es muy hábil e irónica la manera en que define los años ochenta y el posmodernismo neoliberal. Están muy bien retratados.

Si no leíste nada de Murakami, creo que sería bueno que empieces por otra cosa. Sin ir más lejos, las obras que escribió antes y después de Baila… son brillantes: Tokio Blues y Al sur de la frontera y al oeste del sol. Hay otros libros muy buenos de los cuales ya escribí, por ejemplo De que hablo cuando hablo de correr  (http://fernandolojo.blogspot.com.ar/2012/11/haruki-murakami-un-corredor-de-largo.html) y otros tantos de los que no escribí pero sí voy a leer porque es un autor al que estimo. Y mucho. Pero en este, la verdad es que hace agua.

Baila, baila, baila
Haruki Murakami (1949)
Tusquets