16 julio 2018

Los pichiciegos, de Rodolfo Fogwill




No conocí a Fogwill por sus libros. Primero fue su fama y renombre, que siempre retumbaron por los pasillos de la literatura, luego fueron los Mondongo que hicieron esa obra tan viva, a pesar de su muerte. Por eso era hora de leer algo, y qué mejor que empezar por su famosa obra: Los pichiciegos.

Alrededor de Fogwill existen tantos mitos como alrededor de la Guerra de Malvinas. Y más con este libro. Dicen que lo escribió en una semana, que se tomó 12 gramos de cocaína para hacerlo, que lo terminó de escribir un par de días después del fin de esa ridícula contienda, que la idea nació luego de que su madre le dijera -feliz- que habíamos hundido un barco inglés dejándolo a él con la idea de que su madre había hundido un buque. Y así. Hasta su nombre cambió, la primera versión se llamó Los Pichy Cyegos.


Fogwill escribe con una sencillez que lo hace lúcido. Aquí no hay lugar para pensar “¿qué quiso decir con esto?” El libro es cautivante, humano, real (y no realista) y nos cuenta algo que tiene a la guerra como telón de fondo y no como tema central. Los pichiciegos son soldados que huyen, desertores que se esconden en una madriguera bajo tierra similares a las que hacen los pichiciegos. Pero ¿qué es una pichiciego? Es un armadillo de 10 centímetros, animal muy extraño que cuando está en peligro cava hasta enterrarse por completo, tal como lo explica un santiagueño que estaba en la pichicera (madriguera). Un pichiciego. Así le decían en Santiago del Estero.

A partir de la supervivencia como única finalidad, un grupo de personas se unen y tejen una relación muy particular (casi tanto como un pichiciego). Muy relacionada con el verticalismo militar; hay jefes, subordinados, giles e inútiles. La necesidad de alimentarse y sobrevivir los expone a degradaciones y a sacar provecho tanto de los argentinos como de los ingleses que allí peleaban otra guerra, muy distinta a la que llevaban adelante los pichiciegos. Nada tiene que ver el libro con batallas o cualquier otro recuerdo real de la contienda. Aunque sí sobrevuelan los Sea Harriers, se sufre un frío que duele y conocen el “estamos ganando” que imponían los militares tanto en las islas como en el continente.
No salían de día, no se bañaban, no se afeitaban, no creían en los milicos. Sacaban provecho de lo que podían, inclusive de sus propios compañeros de madriguera.

A mitad del libro comienza a aparecer un “él” que nunca se había sido leído. Luego llega el “yo” y el libro cambia para no volver a ser el mismo. Ahora se combina con el relato de la guerra que interpela al que lo escribe. Y, por propiedad transitiva, al que lo lee. Y así sigue su camino hasta el final.

Fogwill by Mondongo


El libro es excelente. Corto y contundente. No le sobra nada, y habla de demasiadas cosas y no solo de la guerra. El hombre, sus relaciones, los límites, el miedo, la muerte. Situaciones extremas dan claras muestras de cómo somos. Y a partir de ahora, a seguir leyendo a Fogwill.

Los pichiciegos
Rodolfo Fogwill (1941-2010)
Interzona