07 octubre 2018

Vladimir Nabokov, Curso de literatura europea



Vladimir Nabokov nació en Rusia, al final de una época. Pertenecía a la aristocracia de un sistema que estalló en mil pedazos con la Revolución Bolchevique. Sabía leer en francés y en inglés (aparte del ruso) a los 10 años, rodeado de institutrices y libros clásicos en su idioma original. Por eso, en su largo peregrinar que tuvo como exiliado, no resulta extraño que se haya dedicado a ser profesor de literatura y lengua rusa (y otras cosas como boxeo o prosodia) aparte de su voluntad de destacarse como escritor. Luego de varios años y un par de países llegó a EEUU en 1940, y recaló en la Universidad de Cornell para dar un curso sobre literatura europea. Aquella fue una época muy prolífica; ya no escribía en ruso y de a poco comenzó a ser reconocido como escritor, pero también como entomólogo y traductor. Hasta que con la publicación de Lolita se volvió millonario y en 1958 se tomó unas vacaciones de las que nunca volvió.

Los cursos abarcan siete obras de arte de la literatura: Mansfield Park, de Jane Austen; Casa desolada, de Charles Dickens; Por el camino de Swann, de Marcel Proust; Madame Bovary, de Gustave Flaubert; El extraño caso del Dr. Jekill y Mr Hyde, de Robert Stevenson; La metamorfosis, de Franz Kafka y el Ulises, de James Joyce. Toda una vida para leer estos libros. De estos siete, leí los últimos cuatro (y el Ulises no lo terminé). Y como son más de 500 páginas, me dediqué a presenciar las clases de los libros leídos, y todos ellos hace mucho tiempo. Los cursos actúan como una relectura mejorada; es como volver a recorrer esas páginas pero de la mano del maestro, que te lleva por donde él quiere, poniendo el énfasis donde él quiere y marcando sus goces propios. Los años que pasaron desde aquellas primeras lecturas (uno lee más clásicos de joven) hicieron también que, por momentos, recuerde sólo algunas cosas, y muchas veces lo que se recuerda son sensaciones, ideas o detalles. De hecho, pongo en duda el haber leído Madame Bovary, porque allí las clases de Nabokov se mostraban como un camino nunca recorrido. Vaya uno a saber.

Analizar o escribir sobra cada uno de estos libros se hace muy difícil. Nabokov selecciona párrafos y los usa de ejemplo para sus clases; la vehemencia con la que se dirige a sus alumnos deja en claro el amor por los libros y el respeto por los autores. Aunque dice que el Ulises de Joyce está un poco sobreestimado, se toma el trabajo de seguir el camino de la gran cantidad de personajes que se cruzan en la vida de Bloom de aquel puntilloso y detallado 16 de junio de 1904. Aquí me sentí identificado cuando habla de “los aburridos vagabundeos de Leopold Bloom en sus pequeñas aventuras de un día de verano en Dublin”. De Flaubert, en cambio, habla maravillas: el estilo del francés deja embelesado a Nabokov, que describe con lujo de detalles gran cantidad de artilugios con los que cuenta su obra. Un poema en prosa, así lo define. Un hallazgo es la lectura en clase de las cartas que Flaubert le mandaba en 1852 a su amante Louise Colet, donde relata la búsqueda de ese estilo, el esfuerzo por encontrar los detalles y el tiempo que le llevaba armar momentos que luego Nabokov definía como perfectos. Como ejemplo: “¡Qué pesadez es mi Bovary! Esta escena de la posada puede llevarme tres meses…”. El contrapunto, el punto y coma, el uso de la “y”: todo lo hacía bien Flaubert.
De Jeckyll y Hyde (aparte de echar por tierra la idea de elegir el apellido del mal asociándolo con el hecho de esconderse o escondite: hide, ya que viene del anglosajón hyd) lo que más me gustó es su postura que dice que Jeckyll no se transforma en Hyde sino que proyecta un concentrado del mal puro, que Jeckyll no es el bien ni Hyde el mal absoluto, porque siempre queda un poco de Jeckyll que se horroriza de lo hecho mientras Hyde está en su cuerpo. No son dos personas, o dos personalidades; es una sola y de hecho viven en la misma casa. Y en el libro de Kafka, despotrica contra la familia: como mediocres y filisteos define a los familiares de Gregor, que viven de su trabajo y sufren más el tener que salir a buscar el pan que la metamorfosis del joven. Por eso sale el sol y festejan la muerte del pobre cucarachón que supo ser miembro de la familia.

El estilo, las estructuras, los recursos, los detalles, las traducciones. Todo lo que hace a la literatura está en este libro. Tener de maestro a Nabokov es un lujo que nos llega gracias a estas clases de fines de los ’50 que ahora tienen forma de libro.

Ideal para que aquellos que quieren aprender a escribir, pero también para aquellos que gozamos aprendiendo a leer.

Curso de literatura europea
Vladimir Nabokov (1899-1977)
Ediciones B