07 diciembre 2014

Eduardo Berti: Spinetta a lo largo de los años


Cuando me lo regalaron pensé que un libro de rock argentino no me iba a interesar. Pero por suerte, me equivoqué.
Mientras lo leía, aproveché y volví a escuchar la música de Luis Alberto Spinetta. Porque no me gustan todos Spinettas, hay unas épocas que no me terminan de gustar tanto. Y  gracias a este libro me di cuenta de que el Spinetta que me gusta, me gusta mucho. A todo volumen, con movimiento de cabeza y algunas frases tiradas al aire. Y eso, para mí, es la comunión que vale la pena. No voy a rellenar espacio hablando bien de Spinetta,  no tiene sentido. Por eso vamos al libro.

Spinetta. Crónica e iluminaciones es una nueva edición de un libro que salió a la venta en 1989. En realidad es una larguísima entrevista que va año a año y disco a disco de manera cronológica. Si bien a veces es un poco condescendiente, es una muy buena oportunidad para que el Flaco nos cuente su propia historia y su manera de ver aquellos años. Sin dudas, el gran valor del libro es que alguien tan poco propenso a hablar de sí mismo, aquí da rienda suelta a su pasado. Le faltan anécdotas y un poco de contexto, pero uno se da cuenta de que un muy joven Eduardo Berti (tenía 23 años y mucha ortodoxia encima) puso el foco en las letras de las canciones. Los que conocen a Spinetta saben que sus letras se caracterizan por ser muy intrincadas, difíciles de entender. Y lo bueno es que las explicaciones son tan complejas como las letras mismas. Que el poeta juega con sus poemas como con sus explicaciones. Una de sus mejores frases de la entrevista es: “Me siento poético, no un poeta”. Otra buena es su explicación por la separación de Almendra: “Si el grupo no estaba todo el día tocando e inventando arreglos de voces como los de la primera época, mis canciones o las de cualquiera no funcionaban.” Y cuando uno compara los primeros simples y el gran Almendra I con el segundo LP de la banda entiende todo.

Siguiendo con la importancia de las letras, Berti busca las influencias literarias de Spinetta. A lo largo de su extensa carrera (1968-2010) el músico pasó por varias épocas: en los primeros ’70 remarca a Antonin Artaud con dos joyitas: el invaluable Van Gogh o el suicidado por la sociedad y el perturbable Heliogábalo, el anarquista coronado. Recordemos que su primer disco solista que firmó bajo el nombre de Pescado Rabioso se llamó simplemente: Artaud. Unos años más adelante, las letras del disco Durazno sangrando se inspiraron en El secreto de la flor de oro, de Carl Jung y Ricard Wilhelm. Y para la época de Spinetta Jade incursionó con varios de los libros de Carlos Castaneda, cuya obra más conocida es Las enseñanzas de Don Juan. Aquí Spinetta acepta que la figura del aliado y el guerrero fueron influencias claras de Castaneda y que todo lo oculto, la fuerza interior, lo ancestral y la madre en años luz lo acompañó a lo largo de muchos años.

Es una pena que para esta reedición Berti haya escrito poco para el paréntesis que hay entre 1989 (fecha de la edición original) y 2010 (fecha de la despedida del Flaco con su público, con recital y disco que pasó a la historia con el nombre de Spinetta y las bandas eternas. Hermoso show que tuve la suerte de ver). Así y todo el libro se torna fundamental para los amantes de su música, más si tomamos en cuenta una serie de poemas/letras inéditos como cierre del libro. Otro punto a favor.

Si te gusta el Flaco, el libro te va a gustar. Sin lugar a dudas. Por algo es un éxito en ventas.

Spinetta. Crónica e iluminaciones
Eduardo Berti (1964)
Planeta

23 noviembre 2014

El alienista, de Machado de Assis

En 1882, El alienista fue publicado por entregas en la revista femenina A estaçao de Río de Janeiro, una publicación que se dedicaba más a la moda que a la literatura, pero que quedó en la historia por publicar al gran Machado de Assis en formato folletín. Aquello solía ser muy de la época, como el Martín Fierro en Argentina. Joaquim María Machado de Assis es mucho más moderno que José Hernández pero, como él,  supo retratar una época y la sociedad de aquellos años. Y para terminar con las comparaciones, la obra cumbre de Machado fue, sin lugar a dudas, la genial Memorias Póstumas de Brás Cubas. Arranca el día de su muerte y se lo dedica “Al primer gusano que royó las carnes frías de mi cadáver”. Sin dudas, la mejor manera de abordar a este autor.

A Machado de Assis llegué gracias a Susan Sontag. En su Cuestión de énfasis, un artículo que originalmente salió en el New Yorker, me iluminó. Susan no falla. Todo lo que dice que es bueno, a mí me gusta. Y no falló, como siempre. Encontré el link original, en inglés: http://www.newyorker.com/magazine/1990/05/07/afterlives-the-case-of-machado-de-assis. Espero que lo disfruten.

Hay algunos que dicen que El alienista es un cuento largo y otros lo definen como una novela corta. Pero más allá de ello, es una buena obra. Menor, pero buena. Goza de una ingenuidad de época, pinta a la sociedad sin importar geografías (puede ser brasileña como europea) y es muy llevadera. Lástima que un tal Massaud Moisés, que fue quien escribió el prólogo, anticipó cuestiones fundamentales del texto. ¡¡Es increíble que uno tenga que tener cuidado al leer los prólogos para que no te arruinen el placer de la lectura!!

El alienista es quien se ocupa de separar: a un lado los que están locos, y al otro los que no lo están. Construye el primer manicomio del pueblo y lo va llenando. La noción de locura es relativamente difusa y el protagonista es un científico que va cambiando de método para intentar entender las conductas insanas. Mantiene a todo el mundo en vilo porque, dependiendo de la teoría del momento, va metiendo y sacando gente del loquero.

En mi opinión Machado de Assis es uno de los grandes de la literatura de nuestro continente. Después de Memorias…, se puede leer Qincas Borba, otro buen momento. Lo que veo de él, me lo llevo. Sus libros son buenos. Y aquí lo vuelve  a demostrar.

El alienista
Machado de Assis (1839-1908)
Tusquets Editores

02 noviembre 2014

Manifiestos y textos futuristas, de F. T. Marinetti. La velocidad y la guerra como banderas.

Lo compré en una librería de usados de la calle Montevideo, en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires. Lo vi sobre una mesa de saldos y no dudé.
La propuesta visual de los futuristas me gusta hace mucho, pero la primera vez que vi varias obras juntas de esta corriente, me di cuenta que estaban intentando decir algo, que había un sentido y un estilo. Fue en la casa-museo de Peggy Guggenheim, en Venecia. A partir de ahí formaron parte de mis amigos favoritos del arte. Pero no sabía que había tras sus obras, no sabía de sus bases ni sus ideas. Ahora sí lo sé, gracias a este pequeño gran librejo.

El movimiento futurista fue una corriente de vanguardia que nace en Italia, justamente con este manifiesto escrito en 1909 y publicado en el diario Le Figaro. Rechaza a la tradición y al pasado, y enaltece el movimiento, la velocidad, la acción y el dinamismo de las ciudades modernas.
Filippo Tommaso Marinetti es perfecto para escribir un Manifiesto. Impertinente, sarcástico,  filoso y, por encima de todo, muy provocador. Sus frases son buenas. Aquí van algunas:

La más conocida: “un automóvil de carrera es más hermoso que la Victoria de Samotracia” (el ejemplo por definición de la belleza clásica)

“Queremos glorificar la guerra –única higiene del mundo-, el militarismo, el patriotismo, la acción destructora de los anarquistas, las hermosas ideas que matan y el desprecio a la mujer”. Un vehemente

Es casi gracioso cuando relata una de sus “intervenciones” de una obra de teatro en Nápoles. Se paraban delante de la gente, sobre el escenario, e insultaban a la platea mientras declamaban su manifiesto. Los arcaicos y obsoletos del público se divertían tirándoles todo lo que tenían a mano. En una de esas, vuela una naranja y Marinetti la agarra al vuelo, la monda y se la come mientras esquiva objetos más contundente y recita barbaridades. El público se da vuelta y comienza a aplaudirlo, y él en vez de ser generoso con ellos, vuelve a insultarlos a todos, peor que antes. El efecto no pudo ser mejor: terminó en andas de la multitud por las calles napolitanas con cientos de personas aclamando el futurismo, el anticlericalismo y la guerra contra los austro-húngaros.

Hay manifiestos de teatro futurista; de literatura, de poesía (Marinetti supo ser un gran poeta), de danza, de pintura, de música y otros más. Todos ellos tienen algo de interesante: en literatura proponían destruir la sintaxis, elegir los sustantivos al azar, y abolir los adjetivos y adverbios; el teatro debía de ser brevísimo, con actos de pocos segundos, “una gimnasia que entrenará el espíritu de nuestra raza a las veloces y peligrosas audacias futuristas”; “la danza futurista italiana no pude tener otro fin que el de intensificar el heroísmo, dominador de metales y fundido con las divinas máquinas de velocidad y guerra”. ¡La Danza de la Ametralladora es tremenda!  
El futurismo pretende “expresar el alma musical de las multitudes, de los grandes centros industriales, de los trenes, de los transatlánticos, de los acorazados, de los automóviles y de los aeroplanos. Unir, en fin, a los grandes motivos dominantes del poema musical de la glorificación de la máquina y el reinado victorioso de la electricidad”.
Y así. Escupe sobre el pasado y trata de imponer un apogeo un tanto patético, intentaban reencontrarse con un esplendor y una grandeza que, paradójicamente, sólo tuvieron en el pasado. Esto empezó antes de la Primera Guerra Mundial, pero siguió hasta los años de entreguerras dando paso a Mussolini y sus camisas negras. El camino estaba allanado y la guerra estaba ahí nomás. Otra vez.

Este conjunto de manifiestos y textos futuristas fue una sorpresa y una alegría. Tiene el perfil rupturista de un texto que intenta abolir y desmerecer al pasado, para cambiar el presente e imponer una visión de futuro. La pluma del poeta es muy buena. Remite específicamente a una época, muy concreta. Quizás la única falla es no tener la información de los años en que fueron publicados los distintos escritos para seguir una cronología. Hubiera ayudado. Pero es un detalle.

Como postre, echen un vistazo a la casa de Peggy en Venecia: http://www.guggenheim-venice.it/inglese/default.html#prettyPhoto/0/


Manifiestos y textos futuristas
F. T. Marinetti (1876-1944)
Caronte Filosofía

09 septiembre 2014

Jeffrey Eugenides. La trama nupcial. La espera valió la pena


Lo primero que leemos es la descripción de una biblioteca.  Minuciosa, con la yema de los dedos paseando por los lomos y con tiempo para algunos títulos. 
Enseguida después dice que todos los libros tratan fundamentalmente sobre otros libros; y a lo largo de las más de 500 páginas menciona un sinfín de autores: de los que nos gustan, de los conocidos y los eternamente recomendados.
Ideal para todos los que gustan de los libros.

Jeffrey Eugenides escribió sólo tres libros. Uno mejor que el otro. Su primera incursión fue Las vírgenes suicidas (1993), una hermosa y compacta novelita que luego Sofía Coppola se encargaría de hacer famosa. Luego, casi 20 años después,  en 2002, llegó Middlesex, un bodoque también hermoso con una historia única y muy poco cotidiana. Aquí, La trama nupcial es de lo más sencilla. Si hasta habla del amor como casi único tema. Y de libros, muchos libros.

La historia comienza en la universidad norteamericana de los ‘80, con tres jóvenes que se entrecruzan continuamente. El personaje femenino estudia letras y los hombres buscan su futuro en la ciencia y la religión. La ciencia, la religión y el arte. Y mucha situación humana. Mucha cotidianeidad, y el buen relato del día a día. Uno de los mejores puntos es cuando nos presenta la explosión de la semiótica en el mundo universitario. Tal como pasó acá una década después Lyotard, Barthes, Baudrillard  y tantos bellos y originales autores renovaron el discurso, el análisis de los libros y de la realidad misma. Me acordé del entusiasmo que aquí tuvieron esos textos que solo se conseguían en fotocopias en los ’90 y no pude más que sonreír de manera socarrona porque yo también quise dedicarme a la semiótica cuando cursaba aquellas Ciencias Sociales. Pero volviendo a quien sí lo logró, cabe mencionar otro logro: la sencillez del tema de este relato. En sus libros anteriores, la temática de Eugenides ayudaba a mantener viva la atención: la vírgenes que se suicidan no son temas de todos los días y la ambigüedad sexual de quien nace mujer y luego se transforma en hombre sin operación alguna hacía que todo sea más interesante todavía. Pero acá se trata simplemente de esa búsqueda de los jóvenes al ingresar al mundo de los adultos. Uno de esos momentos de la vida donde uno toma decisiones trascendentales sin darse cuenta siquiera y sin tomar verdadera dimensión de las cosas que hace y de las que le espera. Sin dramatismos exagerados, con lenguaje claro y una justa descripción. La empatía es tal que hasta me confundo al hablar de sus personajes ficticios y de mi pasado.

Al final del libro, faltando solo dos páginas se permite la última licencia: “podría una novela de Austen o James terminar así?” pregunta uno de los personajes  masculinos y cuando se sabe que la respuesta es negativa, el libro se vanagloria de su suerte.  
Me gusta Eugenides. Es de los pocos autores vivos de los que espero un libro nuevo. Espero que no se tarde tantos años en volver a escribir otro.

La trama nupcial
Jeffrey Eugenides (1960)
Anagrama


10 julio 2014

Washington Cucurto, un alias de lo marginal: 1999.


Curioso personaje Washington Cucurto. Se destaca en el horizonte de la poesía por su origen y su posición frente a lo establecido, ofreciendo la copia como método. Parece que primero imitaba a Perlonguer, luego a Casas y así. Pero como a mí todo eso me supera un poco, porque no puedo diferenciar estos estilos con tanta puntillosa puntualidad, me quedo con lo que leo. Y sin referencia, sin un espejo donde se proyecte, a veces el texto toma otros caminos. Así y todo, me gustó. Se lee algo auténtico y, si bien no siempre resuelve por completo a mi gusto, logra transmitir esa voz particular que se consigue con el correr de los años y de los libros. De la copia, crea un estilo. 
El personaje del lumpen le cae muy bien. Repositores de supermercado, prostitutas dominicanas, buscas del Once y amantes de la mejor cumbia peruana. Todo muy marginal.

Cucurto es Santiago Vega. Y muchas cosas que le pasan a uno, se le ocurren al otro; aunque también comparten: la esposa paraguaya, los hijos y la seducción por un mundo, para muchos, oscuro y lejano. Pero todo lo de Washington es más zarpado, excesivo, mal pensante. Los negros, la falopa, los barrios con barro y esos personajes que muy pocos elijen para el relato o el poema.

Vega también lleva adelante ese emprendimiento llamado “Eloísa Cartonera” que recicla cartones y los transforma en libros, que une a los artistas con los cartoneros. Sin ir más lejos, este ejemplar que tengo en mis manos es uno de ellos. Y haciendo un paralelismo simplón, podemos decir que Vega/Cucurto siempre fue por ese camino: de algo que nadie usa ya (salvo algún cartonero para conseguir monedas) o donde nadie ve algo valioso, él/ellos encuentra/n el material para sus proyectos.

El libro es un viaje a través de los años de este alter ego. Arranca a toda máquina con Zelarrayán, un exceso salvaje y mal hablado al mejor estilo Lamborghini, que sacude con fuerza al lector. Sigue con La máquina de hacer paraguayitos, muy buena pintura del Once y sus personajes marginales (al igual que Hatuchay o Como un paraguayo ebrio). Luego unos inéditos un tanto dispares, comics y otras cosas sueltas. Muy buena experiencia, muy interesante la búsqueda del autor y gran personaje el alter ego de Cucurto.

1999

Washington Cucurto (1973)

Eloísa Cartonera

14 junio 2014

La revolución electrónica. Las afiebradas conspiraciones de William Burroughs


El lenguaje es un virus, es uno de los instrumentos de poder más poderosos que existe. William Burroughs está convencido de ello y plantea en estos pequeños ensayos que con éste y otros instrumentos de control que el poder posee para oprimirnos, podemos promover el sabotaje y el caos social.

“El control de los medios masivos depende del establecimiento de líneas de asociación. Cuando las líneas son cortadas, las condiciones asociativas se rompen.” 

Entre las teorías más afiebradas y algunas hipótesis que, de tan disparatadas que eran para la época (1970) terminaron siendo un hecho cuarenta años más tarde, Burroughs se manifiesta una vez más como un visionario, un adelantado. El cortar y pegar, el sacar de contexto con animadversión, las cámaras de TV como elemento de poder y como elemento intimidatorio. El texto es genial. Un tanto antiguo en sus cuestiones y definiciones tecnológicas, pero muy bueno. Son dos ensayos, con un fuerte carácter teórico que busca y promueve una auténtica reacción social.

Mi teoría fundamental es que la palabra escrita fue literalmente un virus que hizo posible la palabra hablada. Los animales se comunican, pero no pueden escribir. Escribir es “articular el tiempo”, poner a disponibilidad de otros hombres la información a través de la duración, gracias a la escritura.

Cuando habla del concepto de virus no lo hace de manera metafórica, sino que toma sus características y formas de crecimiento de las ciencias biológicas. El virus se mete en los cuerpos sanos en tres fases: primero busca un huésped donde meterse, luego se produce el ingreso de ese virus en el cuerpo y por último se ven sus efectos: tos, fiebre, inflamación, etc. Este último punto es la realidad objetiva producida por el virus en el huésped. ¡El virus se vuelve real! A partir de aquí, Burroughs propone todo tipo de boicots: podemos destrozar a un político que nos cae mal si grabamos un discurso (fase 1), luego agregamos audios de actos sexuales y palabras mal pronunciadas (fase 2, el virus se mete en el cuerpo) y luego editamos todo y lo pasamos por altavoces en algún acto del proselitismo donde se encuentre el político. De hecho, el muy cabrón usó esta técnica con un bar de Londres donde lo trataron mal una noche causando su cierre definitivo.

Burroughs ya planteaba desde antes de estos ensayos lo fácil que es esparcir rumores (“pongan diez operarios con  grabaciones cuidadosamente esparcidas durante una hora pico y vean cuan rápido se esparce la voz”) o provocar disturbios reproduciendo disparos y silbatos de policía en una manifestación: el sonido de disturbios, produce disturbios.

Por último, nos habla de la necesidad de que haya una prensa clandestina que tiene que intentar hacerle frente a la Mente Reactiva, un artefacto diseñado para limitar y embrutecer a gran escala y de manera muy fácil ya que cuenta con equipos electrónicos para tal fin.
Mirado a la distancia, cuarenta años después, ¿cabe alguna duda que Burroughs estaba en lo cierto?


La revolución electrónica

William Burroughs (1914-1997)

Caja negra

18 mayo 2014

Modos de ver, de John Berger

En 1971 la BBC emitió una serie de cuatro capítulos sobre el arte: su historia, los distintos significados, el poder, la interpretación, la relación con la publicidad, la propiedad y un sinfín de pequeños grandes detalles. Tan impactante fue este programa que rápidamente se transformó en libro, y con el tiempo -y al día de hoy- es uno de esos textos que todos los que quieren relacionarse con la teoría del arte están obligados a leer.  Al libro le pusieron el mismo nombre que el programa: Modos de ver (Ways of seeing).

Estamos ante un texto imprescindible para la comprensión del arte. Algo así como un antes y un después. Este libro/programa ayudó a que el arte fuera visto (y analizado) desde otra perspectiva. Con más de 40 años muestra aún un valor y una actualidad muy interesantes. Provocador, Berger patea cuanto tablero se le pasa por delante. Como muestra, su primera frase puede servir de parámetro: “La vista llega antes que las palabras. El niño mira y ve antes de hablar”. Con esa simple frase logra poner en tela de juicio varias de las premisas que uno creía incorporadas sin discusión.

Los capítulos del libro se desprenden de la serie original de TV: la relación de la pintura al óleo con la propiedad, la mujer como objeto en la pintura, las similitudes del arte con la publicidad  y las diferencias entre un original y sus reproducciones. Agrega a estos capítulos otros tres que no tienen textos, que son puras imágenes. Y logra un discurso y un análisis silencioso más que interesantes.

Bien marxista en la concepción del marco teórico y muy influenciado por Benjamin al diferenciar la reproductibilidad de la unicidad, el texto es claro, aunque parece de estudios universitarios por momentos. Igual, todos podemos entender lo que se intenta explicar. Así y todo hay quienes prefieren el programa original. Les dejo el primero de los capítulos y vean/decidan  por sus propios ojos: https://www.youtube.com/watch?v=RqCaIStNL6c . No lo duden, hagan clic porque vale la pena. La estética, la moda y los parámetros setentosos suman si el arte mucho no interesa.

Dos temas que restan: las fotos pequeñas y en blanco y negro de todas las obras de arte citadas, y el casi ridículo y exorbitante precio que puede llegar a tener un libro editado en Catalunya en algún rincón perdido de América Latina.

Modos de ver
John Berger (1926)
Ediciones Gustavo Gil 

27 abril 2014

Muertes y maravillas, de Jorge Teillier




La poesía es un respirar en paz

para que los demás respiren.


Rocío, leños al fuego y un vino tinto.  Clavos oxidados en un patio y, de fondo, cerezos y nogales. El silencio y la muerte, las piedras lavadas por la lluvia. El sueño de la mujer eterna y la melancolía del paisaje. Las palabras por sobre las cosas. Jorge Teillier nos habla siempre de un pueblo, bien del interior, desmenuzado al detalle. Con una minuciosidad que nos zambulle en el lugar que nos está describiendo. Como frenado en el tiempo, nos topamos con un tren cansino o una estación vacía, sin referencias casi al siglo XX. Con simples imágenes pero con una belleza que deslumbra. Aquí, los adjetivos toman vuelo: la llovizna es desganada, los puentes se curvan, la nieve es legendaria y la claridad, indecisa.

Muy lejos está del juego de palabras de Nicanor Parra, del lenguaje urbano de Enrique Lihn y más lejos todavía de la poesía social chilena de las décadas del 60 o 70. Teillier se refugia en el orden inmemorial de la aldea, en su infancia de la Araucanía, en el arraigo a la tierra. En lo lárico, como él mismo lo definiría.

Muertes y maravillas nace en 1971 como una antología de la obra poética que Teillier publicara entre 1956 y 1970, con la adición de numerosos textos inéditos y su famoso prólogo (casi un Manifiesto) “Sobre el mundo donde verdaderamente habito”. Allí deja en claro su admiración por Neruda y su poesía social pero también declara su imposibilidad de adscribir a ese tipo de poesía: “Yo era incapaz de escribirla, y eso me creaba un sentimiento de culpa  que aún ahora suele perseguirme”. Pero unas líneas más abajo dice, tajante: “Ninguna poesía ha calmado el hambre o remediado una injusticia social, pero su belleza puede ayudar a sobrevivir contra todas las miserias”.

Y lo fantástico siempre se le cuela. En estos cementerios, los muertos esperan una visita; y en los espejos, los antepasados se reflejan. Escuchamos los pasos en un pasillo desierto en la noche y el recuerdo se hace forma. Teillier habla del mundo “donde los unicornios ven a los hombres como monstruos fabulosos”. Y unas páginas más adelante vuelve a la nostalgia, la única realidad. Su verdadero combustible, junto a un vaso de vino. El fin del prólogo de la publicación original decía: “Para terminar diré que el vino y la poesía con su oscuro silencio dan respuesta a cuanta pregunta se le formule”.

Punto aparte merece las excelentes ediciones de la Universidad Diego Portales y el texto del final de Andrea Kottow. Una vez más me declaro cautivado por la poesía chilena, y con la felicidad de quien sabe que todavía hay muchos otros autores por conocer.

Muertes y maravillas
Jorge Teillier (1935-1996)
Ediciones Universidad Diego Portales

01 abril 2014

Grete Stern. Sueños, los mensajeros del inconsciente.


Grete Stern es la madre del fotomontaje en Argentina. Nadie lo pone en duda. La exitosa muestra que hubo en el Malba (Museo de arte Latinoamericano de Buenos Aires) en 2013 no hizo más que dejar en claro el lugar que ocupa la fotógrafa de origen alemán en el mundo del arte.

La historia de Stern no varía de la de tantos otros artistas extranjeros que llegaron en el siglo XX a la Argentina: se empapó de vanguardia en Alemania, aprendiendo con la Bauhaus y trabajando en su propio estudio hasta 1933. El nazismo la expulsó de Alemania , donde los excéntricos no tenían lugar y terminó recalando en Argentina donde se hace amiga de Victoria Ocampo, el grupo Madí y otros valores de arte argentino. Gracias a eso y a sus enormes aptitudes, rápidamente se gana un lugar en el círculo de los elegidos.


Después de aquella hermosa muestra, me quedó la deuda de este libro. Cada vez que podía, entraba en una librería a buscar una buena edición del trabajo de Stern. Y luego de tanto perseverar, encontré la producción completa. Y gracias a este hallazgo supe que estos 165 fotomontajes tienen un extraña historia: ahora son definidas como obras de arte, pero en su momento formaban parte de una sección que se llamaba “El psicoanálisis te ayudará”, dentro de una revista femenina llamada Idilio, rodeada de galanes de la época, moda y fotonovelas. En esta sección las lectoras relataban sus sueños y contestaban un breve cuestionario para que un pseudónimo llamado Profesor Richard Rest les analice en clave freudiana el significado onírico. ¡Todo esto a fines de la década del ’40! En una época donde la mujer comenzaba a exigir un nuevo rol dentro y fuera de la casa, con más  posibilidades laborales y nuevos derechos ganados. Para colmo quienes se escondían detrás de ese nombre eran Gino Germani, otro escapado de Europa que años después iba a ser el fundador de la sociología moderna en la Argentina y Enrique Butelman el fundador de la Editorial Paidos. Tres gigantes al servicio de una revista del corazón.



Varias son las cosas importantes a resaltar que tiene esta edición. Primero de todo, cuenta con la serie completa de los fotomontajes realizados para la revista Idilio, esto es, las 140 entregas semanales que se hicieron entre 1948 y 1951 más aquellas que la fotógrafa modificó para muestras posteriores. Otro valor agregado fundamental del libro son los textos que acompañaron originalmente a las fotos.  Todos los textos de Gino Germani y Butelman junto a los fotomontajes nos brindan hoy una relectura de la producción de Stern. Hermoso.


En un momento el Profesor Richard Rest dice: “Las imágenes de los sueños son, en muchas ocasiones, disparatadas. Combinan los elementos más extraños, y en una forma tal que no pueden parecer menos que absurdas, tanto para quien las sueña como para todo el profano en materia psicológica”. Y es por eso que estas fotos nacen con una belleza tan particular.

La libertad y el arte de Stern son increíbles, pero hay una cuestión que me deja pensando: ¿cómo es que algo tan poco valorado como una revista del corazón de hace 60 años contenga en sus páginas lo que hoy definimos como obras de arte? Hay que aclarar que no es la primera vez que pasa y que es obvio que no tengo respuesta a la pregunta. Creo que tampoco hay una única respuesta. La idea: busquen estas fotos y verán de lo que estoy hablando.


Sueños
Grete Stern (1904-1999)
Ceppa Ediciones