29 diciembre 2011

¡Le vi la cara a Dios! Matrimonio del cielo y el infierno y otros, de William Blake.


 
William Blake era un místico, de chico decía que veía ángeles y santos, y de grande tuvo visiones de Cristo, los apóstoles y hasta le vio la cara a Dios asomándose sobre su ventana. Este dato no es para nada menor porque toda su producción artística estuvo ligada a sus visiones y a sus creencias religiosas. Todo: sus pinturas, grabados, poesías, sus cartas (que, para variar, también llegaron a ser libros). Tuve la suerte de ver algunos de sus grabados en el Tate Britain y nunca creí que me pudiesen gustar aquello que siempre vi demasiado duro y estático; pero esto era diferente. La fuerza de esas imágenes me dejaron (una vez más) con la sensación de que no entiendo nada, de que falta demasiado por aprender. De ahí que luego compré este libro. 

El libro son tres volúmenes juntos: Canto de inocencia(1789), Canto de experiencia (1794) y Matrimonio del Cielo y el Infierno (1790).
Los primeros dos son complementarios; uno más inocente y otro más oscuro. Uno bien de época, romántico (lleno de aves, praderas y niños jugando) y otro más duro (familias pobres, niños que tienen que trabajar en fábricas, finales no felices), como aquellos cuentos/películas de niños sucios e inocentes que vagan por las húmedas noches de Londres. En Canto de experiencia Blake está enojado y su bronca se plasma en versos muy buenos: tanta codicia, tanta ambición generan esas desigualdades que comienzan a vislumbrarse en aquel naciente capitalismo. De todas maneras, los ángeles siempre están presentes; el tipo decía que él no escribía, que alguien le dictaba absolutamente todo. Un místico total.


Pero el punto alto está, claramente, en el Matrimonio del Cielo y el Infierno. Aquí, se aleja de la mentalidad maniquea típica del bien y del mal y deja en claro que el mal vive en el bien y el segundo del primero. Se adentra en el mal para poder entenderlo y, luego, utilizarlo. La fuerza liberadora, la fuerza creativa viene del deseo, del demonio.
“Sin contrarios no hay proceso. Atracción y repulsión; razón y energía; amor y odio; son necesarios a la existencia humana. De esos contrarios brota lo que los religiosos llaman bueno y malo: bueno es lo pasivo que obedece a la razón; malo, lo activo que nace de la energía.” Y para nuestro poeta: “energía es delicia eterna”.

Hasta le ayudó a Jim Morrison a bautizar a su banda, previo homenaje de Huxley y su experimento con la mescalina:
“Si las puertas de la percepción estuvieran purificadas,
todas las cosas se le habrían mostrado al hombre como realmente son: infinitas.
Pues el hombre se encerró en sí mismo hasta el punto de ver
todas las cosas a través de las estrechas grietas de su caverna.”
Y cuando le da voz a los demonios va un poco más allá: “El camino del exceso lleva al palacio de la sabiduría.” La década del ’60, feliz con su nuevo interlocutor.

Era un tipo raro, dicen que él y su mujer se sentaban a leer a Milton desnudos en el jardín. Si eso es raro hoy, en 1800 imaginen.

Este es un libro difícil. Estuvo en la mesita de luz varios meses porque es poesía compleja, no de esas que vas leyendo de a poquito. La edición bilingüe de Visor de poesía sirve mucho porque tiene términos y estructuras del inglés antiguo y porque siempre es mejor tratar de leer poesía en su lengua original.

Vale la pena, cuesta pero vale la pena.

William Blake (1757-1827)

Matrimonio del cielo y el infierno
Cantos de inocencia
Cantos de experiencia

Visor

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