No tuve un buen
comienzo con Leonardo Padura. Muchos
buenos comentarios había escuchado sobre él y varios amigos/conocidos me lo habían
recomendado. Inclusive, en casa ya había un libro de él, ¡pero justo tuve que
empezar por éste!
Regreso a Ítaca no es un libro, es un guión de una película de
cine. De ahí que aparezca el nombre de Laurent
Cantet, laureado director de cine francés y ganador de varios premios, que
llevó al cine el texto que tuve entre manos. Padura escribió el guión basado en
distintos fragmentos de un libro que escribió en su momento: La novela de mi vida. El director le
pidió a Padura que lo pase a guión cinematográfico y juntos lo iban corrigiendo
y cambiando cosas.
Un guión de cine
dista muchísimo de ser literatura. Es un mero instrumento para que el director luego
haga su película. Hay un sinfín de detalles que no encontramos, de ausencias de
recursos literarios (por citar: no hay descripciones literarias, las que hay
son técnicas, sin vuelo. Solo para marcar cosas), no sabemos qué piensan los
protagonistas, qué sienten y una larga lista de etcéteras.
Igual, le di una
oportunidad. Primero, y a modo de prólogo, el director francés cuenta cómo fue
el proceso de escritura y ahí nos enteramos que no eran solamente ellos los
responsables del guión, sino que también la esposa de Padura estaba involucrada.
Luego vino el guión
en sí. Plano, llano, sin grandes sobresaltos. Pero no es un problema del
escritor, el estilo o la trama, sino por todo lo anteriormente mencionado. Un guión
se escribe de otra manera.
La trama del guión
se basa en una noche en una azotea de La Habana, donde cinco personajes hacen un
repaso de sus vidas (y de Cuba también). El encuentro de los viejos amigos se
debe a que uno de ellos está en la isla de visita, luego de varios años recluido
en España. En esa terraza están las distintas formas de ver y vivir en esa
complicada y hermosa isla. Está el convencido de la revolución (con su paso por
la Guerra de Angola y todo), el que se cansó de las privaciones que allí se
viven, el político corrupto, el tibio y el que decidió irse. En el medio hay un
par de cosas que Padura nos va contando y el final es bueno, con un giro
inesperado. Ahí se nota la calidad del autor, porque esta vuelta de guión no estaba
en su libro original, sino que fue concebido para la película.
Pero eso no es
todo. Estamos apenas pasando la mitad del libro, en el tercer capítulo que
Padura define sutilmente como Secuencia,
dándole un toque cinematográfico…
Aquí es donde se
le nota un poco más la hilacha y se queja de que su película no pudo ser
presentada en el Festival de La Habana. Aduce que fueron excusas burocráticas,
que nadie se animó a decirle que su película era incómoda por los temas que
trataba, etc. Finalmente pudo ser estrenada al otro año en Cuba y galardonada con
una larga ovación con el público de pie.
Luego se pronuncia
en contra del oficio de guionista, pero lo defiende diciendo que la paga es muy
buena. Seguido a esto, menciona otro proyecto en el que estuvo involucrado: Siete días en La Habana, una película compuesta
por siete cortometrajes, dirigidos por siete directores. La idea original era
que este guión sea parte de esta película, pero el director le propone hacer un
largo ya que se estaban perdiendo muchas cosas por el poco tiempo del formato.
Así y todo, en el libro también está ese guión, el que no fue; muy abierto, por
cierto. Quince páginas. Y para que todo quede bien claro, luego están los
fragmentos del libro original (La novela de mi vida) que fueron la base de
ambos. Otra vez. Un poco mucho para mí.
Para cerrar, no
fue sorpresa cuando vi una serie de Netflix
llamada Cuatro estaciones en La Habana,
escrita por Padura y basada en el personaje que lo hizo famoso: el policía Mario Conde, que tenía varios amigos que
se parecían bastante a los arriba mencionados. Tanto que hasta podrían haber
estado en esa azotea que leí tantas veces en el mismo libro.
Pero ¿quién puede
juzgar al éxito y a lo que obliga a quienes llegan al mismo? Ahora le toca el
turno a los libros, no más guiones. Ni de Padura ni de nadie. Aunque sea por un buen rato.
Regreso a Ítaca
Leonardo Padura –
Laurent Cantet
Tusquets Editores
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