El cuerpo toma forma en
este libro y se funde como parte del relato.
Los cuerpos de los
distintos personajes se muestran como un signo de los tiempos. La obsesión del
cuerpo joven, el inconfesable voyeur
que busca cuerpos ajenos, el decadente y enfermo cuerpo de la agria esposa, el
olor a carne quemada cuando se queman los cuerpos de los muertos en la India,
la trasmigración de los cuerpos según la religión budista. De manera
desordenada, casi como también podríamos definir el devenir del libro también,
el cuerpo nos va llevando a través de las páginas.
Recordemos un poco: Yukio Mishima escribió -entre otras
tantas cosas- una tetralogía llamada El
mar de la fertilidad antes de terminar con su vida. Narra la historia de (su
alter ego) el apocado abogado Shigekuni
Honda, un hombre que supo tener ideales en su juventud, pero con el correr
de los años va perdiendo sus virtudes camino a la decadencia. El segundo libro,
Caballos desbocados, resultó muy impactante cuando lo leí ( http://fernandolojo.blogspot.com/2015/05/la-sociedad-japonesa-de-comienzos-del.html)
y ahora llegó el turno de El templo del
Alba, la tercera entrega de los cuatro libros que muchos definen como el
testamento ideológico de Mishima.
Arrancamos en Bangkok, buceando en el budismo y sus diferentes
escuelas. A lo largo de los siglos y los distintos lugares de Asia, las
creencias fueron cambiando y los rituales se fueron ajustando a sus épocas. Un
recorrido histórico y religioso que resulta altamente profundo. Mientras Honda
va aprendiendo del budismo, conoce a una niña princesa de Tailandesa que dice
ser la reencarnación de uno de sus amigos de juventud, Kiyoaki Matsugae, cuya temprana
muerte marcó a Honda para siempre. Vamos luego a la India, en una verdadera road
movie espiritual, y encontramos el camino de los cuerpos. El fuego que quema la
carne y el agua que la purifica. La alegría del ritual de la muerte sorprende
al abogado, en Benarés dicen que “cada
hoja del árbol de tilo, alberga durante diez días el alma de un justo, mientras
aguarda volver a nacer”. La religión como un relato y, una vez más, explicándose
en la historia. La muerte, también en esta religión puede ser salvación. De ahí
la dicha del sabio.
La segunda guerra mundial
encuentra a Honda ensimismado en la religión. Mishima con muy pocos recursos nos
muestra Tokio bombardeada y el Japón devastado. Humillado en un orgullo que
nuestro personaje casi ni recuerda, Honda vuelve a leer aquellos insuflados
textos de su juventud para encontrarse a sí mismo. La post guerra es la
decadencia misma. El personaje se hace millonario -casi sin proponérselo- y se
vuelca a una vida de new rich que
resultaría deshonrosa si hubiese mantenido sus ideales: casas suntuosas,
amantes de americanos que siguen manejando el país, fiestas de gala, la pérdida
del pudor en las costumbres y el sexo.
Júbilo, ira, pena y placer: emociones humanas que nos definen y que la
cultura oriental vive ahora de manera tan distinta. Pero en Japón nada es igual
después de la guerra, y la influencia occidental se respira por todos lados.
El final es inesperado, un
tanto efectista. En las últimas páginas el texto se vuelve atolondrado, con un
vértigo que no le corresponde. Que no es necesario. Pero eso no quita que siga
pensando en leer la tetralogía entera. Mishima tiene una delicadeza al
describir los lugares, los personajes y los detalles que me sigue conmoviendo.
Los ideales, la reencarnación,
la bajeza de lo humano y la ilusión de lo divino.
El siglo XX del Japón sigo
viéndolo a través de sus ojos.
El templo del Alba
Yukio Mishima (1925-1970)
Caralt
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